Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

lunes, 30 de junio de 2008

España

Quiero escribir algo pero me cuesta trabajo. No logro encontrar palabras, pese a lo mucho que me revolotea dentro.

Vaya forma más peculiar e intensa de cerrar estos meses en España que viendo a su seleccionado coronarse campeón de Europa. Como citan algunos titulares esta mañana, España se volvió loca, de alegría, claro está.

Como muchos, pensé que el festejo en Cataluña sería insignificante. Aquí no hubo pantallas gigantes. Pero la gente sí que salió a las calles. Pasada la una de la mañana, andando del barrio de Gracia a mi habitación en los límites de Ciutat Vella y Exiample, fui testigo de la alegría de muchos.

Mientras caminaba, un universo de imágenes desfiló dentro de mí. De todo un poco. Cito tres, estrechamente relacionadas con este país.

1985. Concursando en la final de declamación en tercero de primaria... "Ya se está el baile arreglando. / Y el gaitero, ¿dónde está? / -Está a su madre enterrando, / pero enseguida vendrá. / -Y ¿vendrá? -Pues ¿qué ha de hacer? / Cumpliendo con su deber / vedle con la gaita..., pero / ¡cómo traerá el corazón / el gaitero, / el gaitero de Gijón!" Esa vez el melodrama no dio los frutos de "Mamá, soy Paquito" dos años antes.

1986. Mi tía Tithy, mi hermano Rodrigo y yo, caminando por las calles de Madrid. El parque del Retiro, con un calor de 40 grados. La visita al zoo. Los lienzos comprados en El Prado, perdidos y hallados en una cabina telefónica.

1991. Los días de "trovador" en la preparatoria... "A mí me gusta el pinpiririnpinpín / de la botella el pampararampampán / con el pimpiririnpimpín / con el pampararampampán / el que no beba vino será un animal."

Vuelvo al presente. 2008. Quedan menos de 24 horas para que aborde el avión en que atravesaré el océano Atlántico. Y vaya que ansío volver. Pero ya estoy echando mucho de menos este lugar. He dicho que Barcelona se ha convertido en una actitud. Y lo sostengo. Pero España se ha convertido en algo más. Barcelona (como ciudad) ha sido el escenario, España una protagonista. Lo ha sido a través de su gente, la del norte y la del sur. (Y sobre todo a través de quienes me abrieron las puertas de su afecto.) Esa gente que me ha permitido contemplar algún fragmento del país, que me acercaron su visión de España. Con sus contrariedades, con lo que les confronta pero también con lo que les une. Aunque eso que les une a veces sea algo tan aparentemente accesorio como el futbol.

sábado, 28 de junio de 2008

BCN BSO

Siguiendo la cuenta atrás, esta mañana amanecí con la idea de materializar uno de esos tópicos que, pese a ser lugares comunes, pueden ser muy poderosos. Me refiero a esa idea de la banda sonora que nos vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas. Me decidí a integrar la banda sonora original de estos meses en Barcelona. Como toda banda sonora, mi iniciativa queda limitada por los 80 minutos de un disco compacto convencional, por lo cual la discriminación resulta inevitable; intenté, de cualquier modo, dejar las referencias fundamentales y representativas.

1. Para el prólogo de la historia, este tema de Yann Tiersen, tomado de la b.s.o. de Amelie. La pieza ha estado siempre conmigo, al despertar, al irme a dormir, y fue esencial en la programación mental que me hice antes de salir de mi pueblo.


2. Los créditos iniciales, que se proyectarían durante el vuelo a Barcelona, pueden musicalizarse con un tema de Piazzolla: Sur: Regreso al Amor, particularmente la grabación del compositor en el álbum La Camorra. No encontré una versión completa en línea. Pero aquí hay un fragmento, tomado de Assassination Tango.

3. Un tema de La Misión, cuya música he citado con frecuencia, acompaña la visita al sntuario y la montaña de Montserrat: En la tierra como en el cielo


4. Una pieza mítica. Un tópico, incluso. Pero sus acordes siempre resuenan en mi cabezaa cuando camino por las Ramblas, o cuando ando de guía de turistas: Barcelona Nights, de Ottmar Liebert.


5. Uno de mis descubrimientos en Barcelona, a través de una de mis escapadas a el Palau de la Música, fue la Sinfonía de los Temperamentos de Nielsen. En mi b.s.o. aparecería el cuarto movimiento, pero tampoco conseguí una muestra en línea. Esa sí la quedo a deber.

6. La inspiración para estudiar suele ir acompañada de Philip Glass. Una de las básicas, sin duda, el tema de la película The Hours.


7. Esta podría llamarse en mi peli "El Tema de M". [Sé que es una de tus favoritas bb, pero además, desde que llegué, escucharla es increíblemente poderoso, emocionante... La letra nunca antes había tenido tanto sentido para mí.] En realidad, se llama Te mando flores, del colombiano Fonseca.


8. Esta pieza estaba también en la música con la que me programé para venir. Pero aquí se volvió más grande, después de que, cuando M vino en diciembre, fuimos a Delirium, del Cirque du Soleil, en su paso por el Palau Sant Jordi: La Nova Alegria.


9. El Huapango de Moncayo es otra de esas piezas que se potenció con la distancia de mi tierra, como describí en otra entrada. Como no encuentro en línea la versión que me acompaña y me emociona, y como la de Luis Cobos que se consigue tan a la mano no me gusta, dejo esta, de Liliana Felipe: una versión diferente, divertida e inteligente.


10. Once fue una película que marcó también mi estancia. Incluyo Falling Slowly por ser la más representativa (hasta lloré cuando ganaron el Oscar por mejor canción, jaja). 


11. August Rush la vi primero en el avión durante mi escapada a México de Semana Santa. A los pocos días de mi llegada la estrenaron allá y repetí, ahora con M. Como conté antes, es una de esas pelis que me hacen chillar a todo lo que da. La b.s.o. se la di como regalo de aniversario a M (con auxilio de mi madre) pero yo todavía no la tengo en mi iTunes. Sin embargo, gracias al internet, de vez en cuando me encanta escuchar alguna pieza, como Something Inside.


12. El dueto Amaral fue otro de mis hallazgos en estos meses. Muchas rolas me molan. Pero No soy como tú ilustra bien las crisis, los conflictos que también ha significado mi explorar a lo largo de estos meses.


13. En mis escapadas matutinas a la playa, procuro acompañar un rato el sonido de las olas con las 10 Easy Pieces for Piano de Zbigniew Preisner. En especial, A good moring melody. (Otra que quedo a deber, pues no conseguí ligas.)

14. La última secuencia de la experiencia está por vivirse: el vuelo de regreso. Ahí se escuchará sin duda Vuelvo al Sur (sobre la cual ya he dicho algo), pero en la reciente grabación de Teresa Salgueiro. 

15. Para los créditos finales, una canción reciente, muy sencilla, pero que resume no sólo diez meses en Barcelona, sino también diez años de conocer a Mariana. Una canción que, además, mira al futuro: Vuelvo a comenzar.


Bonus Track. La banda sonora lleva una pista adicional, de regalo. Pero ésta será revelada aquí hasta el día 1, cuando el avión ya esté en el aire. La entrada ya ha sido programada. Mientras tanto, me dispongo a armar el equipaje. 

viernes, 27 de junio de 2008

Paréntesis sobre la atención

Paréntesis en estas nostalgias previas al viaje. (Paréntesis que con todo derecho más de una persona agradecerá.) Leo el artículo publicado hoy por Juan Villoro en Reforma. Como de costumbre, sin desperdicio. Las ideas que aporta encajan, además, con una cuestión que me tiene enganchado desde hace meses... y que ya se convierte en pauta para mi proyecto de tesis doctoral.

El texto se desarrolla en torno a las diferencias entre leer cine y leer televisión. Villoro recuerda que apenas hace tres lustros que el público mexicano empezó su regreso a las salas de cine, tras una década de estar lejos de las grandes pantallas (y refugiado ante la televisión y el video). [Aunque las causas de este distanciamiento no son materia del texto que nos ocupa, es sin duda interesante reflexionar sobre ellas.]

Las características de cada medio condicionan lecturas absolutamente distintas. Y recluirnos ante la pantalla chica modificó nuestra forma de contemplar la grande:
Durante unos 10 años mucha gente perdió la habilidad de concentrarse ante una película. Cuando los mausoleos de 500 butacas se reconvirtieron en rutilantes multicinemas, presenciamos un experimento antropológico: la conducta de la gente había cambiado; ahora veía el cine visto con la desatención propia de la tele.
Y me parece que se abre así un círculo vicioso: cierto cine termina por imitar el discurso de la televisión, pues se piensa ya como producto que habrá de terminar en el salón de una casa. (Aunque como el mismo Villoro reconoce hay también una cierta televisión que imita ejemplarmente las cualidades de cierto cine.)
Una película reclama la atención que debemos conceder a un mundo paralelo. En cambio, la televisión sucede mientras planchamos o hablamos por teléfono; su fuerza depende de comunicar de manera ambiental, sin que prestemos demasiada atención.
El escritor mexicano sugiere que la televisión "pide ser vista al modo de un acuario; en cambio, el cine equivale a una inmersión submarina". Tras el regreso masivo a las salas de cine, parece que algunos hemos recuperado la costumbre de ver cine: nos parecen chocantes, entonces, ciertas cosas mostradas como si estuviésemos ante un televisor. Un detalle de eso que marca la diferencia: el silencio contra el ruido.

Apunte importante. Hoy se cumplen 16 años de que nació la benjamina de la familia. Para mis colegas de la preparatoria, que la vieron nacer, verla es evidencia irrefutable de que estamos haciéndonos viejos. Algo semejante les sucede a mis compañeros de la licenciatura, quienes alegremente jugaban con ella cuando nos reuníamos en la casa para hacer trabajos. Por estas horas, la pequeña anda paseando con mamá por las calles de Nueva York, celebrando este aniversario. Dios mediante estaremos todos la próxima semana en el D.F. y podremos abrazarnos y festejarlo juntos. Entre tanto, la celebro aquí y comparto mi alegría.
From DIALOGO DE BA...
[Aquí, trepados en la banca-nube, en enero de 2007.]

jueves, 26 de junio de 2008

Agradecimiento


Busco palabras... pero las que tengo disponibles son insuficientes. Puedo decir que estoy contento, entusiasmado, ilusionado. Que me siento feliz. No sé si estas palabras describan realmente mi estado, pero las arrojo a falta de otras mejores. Hay una que sí parece ser clara, contundente. Que parece pequeña pero que encierra un significado infinito, como sabe todo aquel que la ha pronunciado con el alma: Gracias.

Al medio día estuve en la Universidad. Salí, como siempre, renovado, con mucha energía, con ganas de tantas cosas. Camino a casa, con el sol quemando sin misericordia, escuchando la Obertura Solemne 1812 en el iPod, pensando en la noche de anoche oyendo jazz tendido en el Parque de la Ciudadela, imaginando mi cercano viaje a México... me di cuenta, una vez más, de lo afortunado que soy. 

Se evidenciaron una vez más las inmensas bendiciones que he recibido. Y pensé en esa imagen ante la que me rendí a las pocas semanas de mi llegada a este país... la imagen del sol en la montaña (imagen que aparece más abajo, en el costado derecho de este blog)... Ahí, en Montserrat, viví una de las místicas experiencias con las que iniciaría esta travesía. Ahí, hice un resumen de mí mismo y agradecí a Dios (mirándolo de frente bajo ese resplandeciente sol) el sinfín de bendiciones que ha puesto en mi camino a lo largo de toda mi vida. Aquellas que he comprendido a tiempo y también las que no he sido capaz de reconocer en su momento. Aquellas que habrían de venir (y han seguido llegando) y las que seguro están todavía en el camino.

En general, toda mi vida he intentado tener presente ese sentido de agradecimiento. Seguro que hay días en que el ajetreo me hace pasarlo por alto. Pero siempre es buen momento para hacer una pausa, echar un vistazo atrás, agradecer... y continuar.

Apunte sobre el blog. Lo prometí ayer, así que lo cumplo... Desde mi llegada a esta ciudad he recuperado y descubierto en mí cosas que no caben en palabras. Por eso, este blog siempre será ernestoenbarcelona; porque Barcelona dejó de ser una ciudad para convertirse en una actitud. Quizá en estos días previos al regreso tenga oportunidad de extenderme en esto y explicar un poco mejor en qué consiste esa actitud. Lo que sí cambiaré, seguramente, es el título que ves en el encabezado: eso de Diario de Barcelona se convertirá pronto en otra cosa. Ya ando trabajando en ello.

miércoles, 25 de junio de 2008

Ventanas

Hace un rato salí a dar una vuelta. Camino de regreso, pensaba en el origen y destino de este blog. Pensaba en lo que me movió a iniciarlo y en las insospechadas consecuencias que ha traído consigo. Llego y leo en un par de comentarios que me dejaron en la entrada anterior, ideas claramente conectadas con lo que venía pensando escribir.

Hace seis meses yo no sabía exactamente qué era un blog. Se trataba de un mundo que me era ajeno. Empezar el mío fue casual, mientras hacía experimentos para un proyecto académico. Cuando descubrí cómo funcionaba esto, inicié mi diario digital, como dice la descripción en el encabezado, como un "intento por reseñar la experiencia" de mi estancia por acá. Era "un esfuerzo por acercarme y acercarte", pensado concretamente en mi gente, mi familia, mis amigos. Era una manera de contar esas cosas que de pronto suceden y que, estando en mi ciudad, seguramente contaría de inmediato, por teléfono, en un café, en una reunión en casa. Era una manera de evitar escribir lo mismo muchas veces en distintos correos electrónicos, y evitar también los correos masivos. Era abrir una ventana para el que quisiera, el que tuviera ganas, el que tuviera tiempo. Así funcionó al inicio.

De pronto, me encontré leyendo a través de las ventanas de otros. Dejando uno que otro comentario en algunas de ellas. Y así también se asomaron acá miradas que me eran desconocidas. Sin comprender cómo, se fue desarrollando entre leedores y escribidores una cierta comunión. Del mismo modo que yo me emocionaba siguiendo las historias de otros, había quienes hacían lo propio con mi relato.

Hoy, a seis meses de iniciado el blog, es claro que sus alcances se han transformado. Sigue siendo ventana para los que me esperan y los que tengo lejos, pero también para quienes deciden acercarse con el mismo afecto y respeto que yo he intentado imprimir a mi paso por la blogósfera. Y además lo es ya (y espero lo siga siendo) para quienes he conocido de este lado y que, al cruzar el charco, serán entonces quienes me queden lejos.

Sobre el nombre del blog ya lo he decidido: el título cambiará un poco... pero la dirección se quedará igual, no tengo duda. Mañana espero escribir un poco sobre ello.

martes, 24 de junio de 2008

Vuelvo

Comienza la cuenta atrás. Y con ella, como he venido diciendo, los recuentos. Tal vez soy un exagerado. ¿Qué son nueve o diez meses?
Vuelvo al Sur, 
como se vuelve siempre al amor; 
vuelvo a vos, 
con mi deseo, con mi temor.
Y por un momento las emociones engañan. De pronto, la sensación de "tener que" volver. Y no es que el "querer" desaparezca. El deseo, la urgencia de volver late con fuerza. Pero también la ingenua ilusión de extender este paréntesis. De prolongar el silencio que me encontró y en el que me encuentro. ¿En qué equipaje puedo meterlo? Para llevarme un trozo y poder evocarlo cuando haga falta. Refugiarme en su inmensidad y conservar al que soy. El que había olvidado.
Llevo el Sur, 
como un destino del corazón; 
soy del Sur, 
como los aires del bandoneón. 
En cierto modo nunca me fui. Y es que ese destino está tan marcado aquí dentro que por grande que fuese la distancia, he estado ahí. Fue solo un espacio en el tiempo. En cierto modo el tiempo se detuvo. Me brindó la oportunidad de salir de su ruta vertiginosa y caminar por otra vereda. Y se acerca el momento de retomar aquel ajetreado camino. Ingenuamente espero que todo ahí esté como cuando lo dejé. Y quizá con la misma ingenuidad aquello esperará encontrarme intacto. Pero en el fondo, tanto lo que hay en aquella ruta como yo, sabemos que no es así. Que hemos cambiado. Que el tiempo no se detuvo. Que sí me fui. Aunque fuese por un rato. Pero a pesar de las transformaciones, grandes o pequeñas, evidentes o imperceptibles, ciertas cosas se llevan como destino en el corazón.
Sueño el Sur, 
inmensa luna, cielo al revés; 
busco el Sur, 
el tiempo abierto, y su después. 
Tiempo abierto. ¿Y su después? Vuelvo al Sur. Y aunque después he de volver también a este puerto, es claro que algo termina. El próximo viaje al Norte será distinto. Éste, se desvanecerá en unos días. Algo queda. Como siempre. Pero también algo se va. Y queda en uno conservar lo que se pueda.

[Paréntesis: Mientras escribo, otro tango, uno de los de siempre, se aparece en mi cabeza... Tengo miedo del encuentro / con el pasado que vuelve / a enfrentarse con mi vida. Deseos y temores se mezclan. Se vuelven inseparables. Indistinguibles unos de otros. ¿Son cosas distintas? Son lo mismo.] 

Lo cierto es que tengo esta manía con los ciclos, los comienzos, los finales... Aunque sea para que la vida tenga otro sabor. Eso explica, quizá, mi obsesión por registrar cosas, por encontrar patrones temporales, por conectar unas cosas con otras, por darle ese toque de relato a lo que, posiblemente, no son más que fragmentos. El hecho es que en una semana, a estas horas, estaré volando rumbo al sur.
Vuelvo al Sur, 
llevo el Sur, 
te quiero Sur...
Apunte: Vuelvo al Sur es una canción con música de Astor Piazzolla y letra de Fernando Solanas. La versión que escuchas está en voz de su intérprete original en la banda sonora que Piazzolla dio a la película Sur, de 1988. Los Gotan Project tienen una versión deliciosa en La Revancha del Tango.

P.D. Anoche la verbena fue interesante. En los barrios, las hogueras en atmósfera de pueblo. Era curioso caminar por el Eixample y toparse en un cruce con la hoguera encendida y los vecinos conviviendo alegremente en largas mesas, mientras los chicos lanzaban petardos al fuego. Abajo, en la playa, la multitud era impresionante. El ambiente de fiesta, por supuesto. En toda la ciudad, tronido de petardos toda la noche. 

domingo, 22 de junio de 2008

Siguiendo con el recuento

Hace unos días titulaba una entrada como "Recuento". De alguna manera todas las entradas de aquí a que termine el mes podrían llevar ese nombre. Se vuelven interminables las revisiones, el repaso de los días, la reflexión sobre el camino que se ha venido trazando.

Llegué para instalarme en esta ciudad el 18 de septiembre del año pasado. Barcelona me recibía de manteles largos, ya que arrancaban las celebraciones que culminarían en la fiesta mayor de la ciudad, el 24 de septiembre, día de la Virgen de la Merced. Además de los gigantes y las sardanas, me impresionó uno de los símbolos de las festividades de la Mercè: el correfoc, desfile de diablos y dragones lanzando fuego por las calles.

Esta semana, nueve meses después, inicio el cierre de la primera etapa de esto que he insistido en llamar "exilio temporal voluntario". Y arranca la despedida con otra fiesta: la noche de San Juan. De lunes a martes será la noche "más corta" del año. (Lo entrecomillo porque en estricto sentido astronómico fue anoche.) Me entero que en estas latitudes las fiestas son toda una experiencia. Uno de los símbolos, nuevamente, es el fuego: petardos, fuegos pirotécnicos y hogueras iluminarán la noche y servirán para ahuyentar a los espíritus de la oscuridad. Junto con el fuego, el agua y las hierbas medicinales ayudarán a completar la purificación.

En la noche de San Juan, lo sagrado y lo profano se mezclan, como tantas veces, en una celebración que al final es sobre lo humano, eso que es tan místico como terrenal; tan mágico, como fascinantemente ordinario. Mañana a estas horas, estaré arrojando a alguna hoguera todo aquello que me estorba, seguro de que mientras se consuma en las llamas ayudará a que renazca todo aquello que me alienta.

Con la fiesta de San Juan comenzará el viaje de regreso. Y una intensa semana de recuentos, por lo que desde ahora doy gracias a Dios por todo lo que habré de incluir en en ellos.

viernes, 20 de junio de 2008

Tarde, pero aquí va

Cuando hace nueve meses salí del D.F. rumbo a Barcelona, traje conmigo algunas cosas indispensables. Elementos que, en su sencillez, me permitieran estar cerca a pesar de estar tan lejos. Unas cuantas fotos, algunos recados, sonidos, objetos a veces sin valor aparente, pero todos cargados de significados. 

Entre esos elementos, una impresión en dos páginas, de una lista que recibí por correo electrónico hace más de año y medio. Una lista que cuando leí por primera vez, me estremeció hasta lo más profundo, me emocionó de alegría hasta las lágrimas. La imprimí de inmediato en la oficina y, nada más llegar a casa, la coloqué en el corcho sobre mi escritorio, a la vista, junto con todos esos post-its y recordatorios de pendientes... Por su tamaño, estas dos páginas siempre destacaban, recordándome algo esencial en mi vida: mi familia. Estando en México, ese recordatorio me mantenía cerca de mi familia, tanto de que quienes viven en la misma ciudad, pero también –y sobre todo– de los que viven lejos de ahí. 

Esa lista está hoy aquí, en el corcho de mi habitación en Barcelona. Y me ayuda a estar cerca de mis papás y mis hermanos. Y a pesar de estar ahí, tan a la vista, el ajetreo desbordado de estos días me hizo recordar muy tarde que hoy es cumpleaños de su autora.

Diversas circunstancias me han impedido lograr comunicarme con ella. He dejado algunos mensajes en un par de teléfonos. Llego hace un rato a casa y veo que ha visitado el blog y me ha dejado bellísimos –como siempre– mensajes. Así que, tarde, pero te abrazo hermosa Tía Catarina, desde acá.

Y te celebro reproduciendo algunas cosas de esa lista que nos enviaste poco antes de tu boda, recordando, como tú misma advertiste en su momento, que "cada frase contiene una cantidad enorme de imágenes y emociones":
Los años nuevos 

Echando cobijas, construyendo castillos

El sonido de las llaves de Papá cuando va a llegar

Acostarnos todos en la cama una mañana de fin de semana, y mamá contando chistes... el cachetón del puro

Las vacaciones increíbles

Nunca dejemos de sembrar en el jardín de esta fortaleza...
Cuando hablabas de "esta fortaleza" te referías, claro, a esta familia. Así que aquí estoy, sembrando. Sabes cuánto te quiero pequeña. 

Recuento

Estos días he ido muy liado pero contento y entusiasmado. Cuatro colegas mexicanos andan por acá cerrando un viaje por Europa, y yo feliz ando de guía de turistas (que casi no se me da, jaja). Además han resultado visitantes muy interesados en todo y la verdad es que la charla ha sido extraordinaria.

Entre ir pa'rriba y pa'bajo, he tenido algunas citas con académicos de la facultad para ir conversando sobre mis ocurrencias para los proyectos de investigación del segundo año de doctorado. ¡Conversaciones de sueño, en verdad! Pensando en voz alta con ellos, usándolos como espejo para ver por dónde se pueden mover mis ideas, he ido descubriendo líneas apasionantes. Compruebo que traigo un hervidero loco de posibilidades en la cabeza y llega el momento de irlas enfriando, poniéndolas en papel con cierto argumento y jerarquizando porque, ciertamente, no puedo hacer todo al mismo tiempo y con la misma intensidad.

Por lo pronto, hoy viernes es mi último día como anfitrión. El calor desde ayer marcó con claridad la llegada del verano, así que me llevo a los cuates a la playa. A ver de a cómo nos toca, pues además de ser viernes, inician las vacaciones de los chavales y la ciudad está, como siempre, hasta el tope de turistas.

Apunte. Las nostalgias recogidas en las dos entradas anteriores resultaron particularmente emotivas para más de uno (incluido yo mismo, por supuesto). Y sin duda fue así porque de recuerdos e imágenes nos construimos, aunque a veces el ritmo de la vida nos haga olvidarlo o perderlo de vista. Personalmente, he confesado ya aquí más de una vez mis enormes dificultades para recordar las cosas. Y he dicho también que es quizá por eso que escribo. Para no olvidar. Gracias "Y", Lau y JuanPa por las emociones compartidas a través del blog en este par de días.

jueves, 19 de junio de 2008

21 Reasons Why I Love 90's. Part II: Late 90's

Quedamos en eso de la llegada del 94 y la pérdida de la inocencia. O, podría decirse también, pagar el precio de la mayoría de edad. (En diciembre de 93 había cumplido 18 años.) 

Entre los recuerdos que no son para "amar" los noventa, está sin duda ese error de diciembre. Estalló de forma peculiar en la visión de mi ingenuidad adolescente. (A los 18 uno sigue siendo un adolescente. Y a los 20 y a los veintitantos y a los...) 

Eran los días en que, entusiasmado por el dance, había decidido que era momento de abandonar los experimentos con la vieja tornamesa de casa, los cableados "arreglados" y todos los artilugios que me había inventado durante varios años para "mezclar" música. Quería convertirme en DJ y era hora de dejar atrás mi pequeñita mezcladora de cuatro canales, para comprar una tornamesa de discos compactos hecha y derecha. Había ahorrado durante mucho tiempo para "regalarme" una Denon pa celebrar mis 19 años. Y justo después de mi cumpleaños, el peso sufrió aquella histórica devaluación. El precio de mi tornamesa se disparó a los cielos. Y punto.

Aún así, en medio de ese despertar, la segunda parte de la década tiene sus cosas. Eso sí, cada vez más paradójicas:

16. La carga de aquel 94/95 se sintetiza en una película que me llevó a rendirme ante la pantalla una y otra vez: Pulp Fiction de Tarantino. (Vaya contrastes: la temporada anterior, mi película había sido The Age of Inocence de Scorsese.)

17. A partir de 95 descubriré "el otro cine", ése que se hace en este continente donde hoy respiro, y que a mí me había pasado desapercibido. Encontraré a dos de mis genios favoritos: Kieslowsky y Wenders. En los noventa, el primero nos obsequió su trilogía de los colores, Azul, Blanco y Rojo; el segundo ¡Tan lejos, tan cerca! e Historia de Lisboa, entre otras. Y con todas esas películas, un deleite de bandas sonoras. (La mayor parte de estas películas son de la primera mitad de la década, pero muchas nos llegaron a México a mediados de la misma.)

18. En 94 arranca la mítica serie de televisión Friends. Y aquellos seis amigos nos acompañarán y marcarán el cambio de siglo. No me extiendo: remito a la entrada que publiqué el 14 de febrero.

19. En esa segunda mitad de los noventa llega a mi vida el correo electrónico. Primero, con la cuenta FTP que nos daban en el Tec. Al poco tiempo abriría mi primera cuenta de hotmail. El resto, es de sobra conocido. Y lo que falta.

20. Primavera de 1998. Una más del celuloide: Great Expectations, de Cuarón. No sé cuántas veces la vi en el cine. Muchas. Sólo, mal acompañado, bien acompañado... Ese año, en el verano, varias veces después de ver la peli, conocí a Mariana. ¡Hace ya 10 años!  

21. En 1999 sale al mercado la Power Mac G4. Una de ésas se convertiría en mi primera Mac. Ahí se irían por primera vez mis ahorros. Uno de tantos arrebatos que me han obligado a comenzar una vez más desde cero (arrebatos de los cuales no me arrepiento). Arrancaba oficialmente mi vida digital. Con los años llegaría mi MacBook G3 y hace un par de años la PowerBook G4 desde donde escribo en este momento.

Hubo más cosas, sin duda. Pero el acuerdo fue dejarlas en 21. Así que ya está. 

En verano de 1999 me gradué. La década terminaba ahí, un día de mayo. Al día siguiente estaba trabajando. Según el calendario a los noventa les quedaban varios meses. Pero yo ya estaba en otra historia. 

miércoles, 18 de junio de 2008

21 Reasons Why I Love 90's. Part I: Early 90's

A partir de la excelente charla virtual con el JuanPa, surge la idea de este Top 21 sobre por qué los noventa molan (o why 90's rule, ¿vale?)

Durante los noventa transcurre buena parte de mi adolescencia (la mitad de secundaria y toda la prepa) y luego mi licenciatura (de 94 a 99). Así que los 90 son el escenario de esa compleja y extraña adolescencia-juventud.

Por razones que más adelante explico, aquí aparece la primera parte de mi lista.

1. Con el cambio de década llega y desaparece de mi vida el Nintendo. En menos de dos años ese vicio había alcanzado su punto culminante para luego desaparecer y llevarse los videojuegos de mi vida.

2. El cambio de década me sorprende todavía con los cassettes. Uno de los últimos, Immaculate Collection de Madonna. Síntesis de los 80 y puerta de lo que habría de venir.

3. Las máquinas de escribir eléctricas. ¡O milagro de la tecnología! En 91 compré una con mis ahorros. Un par de años después llegarían Windows y sus procesadores de textos para comodidad de todos.

4. En el verano de 90, de shopping en McAllen, descubrir la invasión de Los Simpson. Recuerdo la t-shirt que compré y llevé a un campamento de la escuela, cuando esos sujetos amarillos eran apenas conocidos.

5. Llega a mi vida el Compact Disc... En 91 comienza mi colección de CD's. Entre los primeros...

6. Joyride de Roxette. A la fecha, me encantan. Por supuesto que no fueron los únicos suecos de la década: ahí están también los Ace of Base y The Sign.

7. Con Ace of Base todo la época del dance... Culture Beat, Corona, Snap, Dr. Alban... Pero, sobre todo, Real McCoy. A la fecha, Another Night es un must en el iPod, por supuesto.

8. Aidalai de Mecano. Uno de mis primeros CD's en español. Su gira, un sueño. Dos veces los vi en el Auditorio Nacional, recién re-estrenado.

9. Los cuadernos Mead con separaciones. Me acompañarían a partir de 91, con la llegada a prepa, y hasta el resto de mi carrera.

10. En 92 García Márquez publica sus Doce cuentos peregrinos. Sería mi primer contacto con Gabo. Un clásico en mi colección.

11. The Bodyguard, llega a los cines de EUA en 92 y al año siguiente a México. Y con ello, el I will always love you de Whitney Houston. "And I......"

12. Noviembre de 93: Madonna y su Girlie Show en el Autódromo Hermanos Rodríguez (hoy Foro Sol). Un gran concierto para un disco entre mediocre y adelantado a su tiempo. (Así que pese a la mediocridad de Hard Candy albergo esperanzas para el concierto en noviembre, en el DF ¡15 años después!)

13. Los jeans rotos, cuando todavía no era porque así te los vendieran. ¡Anduve con las rodillas de fuera por años!

14. Las camisas de estampados ridículos, con la manga arremangada y desabotonadas, dejando ver alguna t-shirt debajo.

15. En 94, una de mis primeras y únicas salidas a antros: la noche final de Magic Circus. Mítica. Terminaban los años de las grandes pistas para bailar (y yo descubría que mis tendencias discotequeras habían nacido fuera de época; de ahí en adelante, a bailar sólo en bodas y XV años).

Estamos, pues, en 1994. El primer día del año se había levantado el EZLN en Chiapas. En marzo asesinaban a Colosio. En diciembre vendría el trágico "error" para la crisis económica del 95. Era el final de la inocencia, al menos para mí.

En la próxima entrada contaré algo sobre esa transición... y dejaré los últimos 6 puntos de la lista para los late 90's.

lunes, 16 de junio de 2008

La Antena: entrañable homenaje al cine

"Es uno de los filmes más originales, entrañables y movilizantes de esta temporada." Sandra den Hamer, Directora Festival de Rótterdam

"Una poética y metafórica obra de arte sobre la comunicación humana y la sociedad contemporánea." Gregory Valens. The Hollywood Reporter

"La Antena -con sus defectos y simplificaciones, pero también con su encanto y talento- pasó a transformarse en una película política y audaz, de una impensada y perturbadora actualidad." Diego Lerer, El Clarín
Reproduzco estas citas, tomadas de la ficha que se distribuye en los Cines Verdi, porque yo no tengo palabras. Y no es que me las hayan robado (como a los habitantes de la Ciudad Sin Voz), sino que la emoción, la experiencia, está tan fresca, tan reciente, que no me siento capaz de articular mucho al respecto. Si acaso, puedo decir lo que resulta obvio con solo mirar el trailer. Esteban Sapir logra todo lo que dicen las citas de arriba, a través de un inmenso y poderoso homenaje al cine mismo: al lenguaje del cine, ése de las imágenes, de la auténtica fábrica de sueños; echa mano del genio de Méliès, del expresionismo alemán y uno de sus heredero el film noir (evoca así al Fritz Lang de Metrópolis, por supuesto, pero también al de M), de la comedia muda de Chaplin, del cine soviético de Eisenstein... Y si uno observa despacio puede encontrar guiños a casi cualquier género o movimiento de los que han construido la historia del cine como auténtica manifestación artística.

Pero decía que no quería hablar. Así que dejó mejor las imágenes de La Antena.

Apunte. Un último asunto. Además de la fotografía, la dirección de arte y todo aquello vinculado a la imagen, la película ofrece un banquete para el oído. La música de Leo Sujatovich resulta un protagonista más, construyendo una banda sonora que acompaña la acción al más puro estilo del cine mudo.

domingo, 15 de junio de 2008

Tanto


Tanto en la cabeza. Y de pronto es un "tanto" que, como pocas veces, uno siente que realmente vale la pena. Anotaciones en cada papel que se me atraviesa. Archivos de word abiertos a diestra y siniestra con apuntes, con dos o tres frases, dos o tres párrafos. Archivos de texto en el PDA llenos de esbozos, de hipótesis, de observaciones... de ideas que esperan ser puestas a prueba, que piden ser confrontadas con "seriedad" ante la hoja en blanco. 

Tanto y tanta urgencia. La imperiosa necesidad de articularlo todo, de seguir todas las líneas que se abren, que se revelan. Resistencia a discriminar: ansiedad por conservarlas todas, no descartar ningún camino. Y, si fuera posible, arrancar con todos a la vez. Pero el tiempo, por más relativo que sea, es también escaso y exige un cierto orden, una cierta jerarquía: primero una cosa, después la otra. Y así, me empeño en alternar como esperando que avancen todas las posibilidades a la vez, consciente (y temeroso) de que con semejante método algo se pierda en el camino. Corro el riesgo.

viernes, 13 de junio de 2008

Revelación


Camino a casa. De pronto, una idea se revela. Se muestra con una claridad sorprendente. Mientras avanzo, como sucede cuando una de esas ideas aparece, la moldeo, juego con ella, le añado, le quito. Sobre todo, me la repito una y otra vez. No puedo permitir que escape. La formulo al derecho y al revés. Altero variables y vuelvo a la versión inicial. El entusiasmo desata otras posibilidades. Las considero, pero cuido que la ocurrencia original no pierda intensidad. En todo caso, que se enriquezca.

Llego a la habitación. Encender el portátil implica perder preciados segundos. Tomo papel y lo primero que tenga tinta y esté a la mano... Escribo. Lleno la hoja de anotaciones. Escribo con prisa para evitar pérdidas en esto que he acumulado en los últimos veinte o treinta minutos. Al mismo tiempo cuido que la apuración no genere una caligrafía más ilegible que de costumbre, condenando la ocurrencia a un indescifrable y trágico final. 

Listo. Ya está.

Que la idea se quede ahí. Que descanse. Más tarde capturaré las notas en el procesador de textos. Descanso yo también. Dejo correr algo de música con la esperanza de conservar otro rato esta racha de inspiración.

jueves, 12 de junio de 2008

Con Gaudí en La Pedrera

En febrero del año pasado Mariana y yo conocimos Barcelona. Fue una visita breve y sustanciosa considerando las circunstancias. Siguiendo los consejos de las guías de viaje, tratamos de cubrir los "imperdibles", sacrificando la posibilidad de entrar a museos y edificios tanto por límites de presupuesto como de horarios. La cereza del pastel en ese primer contacto con Barcelona fue sin duda el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. De Gaudí conocimos también en aquel viaje el Parque Güell y al menos por fuera y ya medio de noche, echamos un vistazo a la Casa Batlló y la Casa Millà –mejor conocida como La Pedrera–, en el Paseo de Gràcia.

Ayer, después de tanto tiempo tras aquel primer contacto, y después de meses de pasar frente a ella, finalmente conocí el interior de la dichosa Pedrera. Lo dije ayer y lo reitero: un sueño. La genialidad —o la locura, que a veces son lo mismo— de Gaudí me cautiva, me sorprende, me emociona. Las palabras no alcanzan para describir lo que me genera la obra de este arquitecto catalán. Me limito, pues, a dejar algunas imágenes acompañadas de sencillas anotaciones.

La mítica fachada del edificio. Sin palabras:

La azotea y sus criaturas... 
Aquí un vistazo de un skyline de estas formas "caprichosas", que cumplen la función de cubos de escaleras, chimeneas y hasta tanques de agua... Desde la azotea, en medio de ese bosque fantástico, ¡la vista de la ciudad es bellísima!

Después de varias fotos aplicando el clasiquísimo truco del viajero solitario (aquello de auto-fotografiarse extendiendo largamente el brazo y apuntando con el apoyo de los reflejos deformes de uno sobre el equipo fotográfico), una amable turista se ofreció gentilmente para tomarme no una, sino tres fotos. Ella ya quería seguir paseando con mi cámara y continuar haciéndome fotos, pero amablemente le dije que era suficiente, lo cual luego comprobé fue una sabia decisión, pues hay que decir que su buena disposición no era proporcional a la calidad de su encuadre.

En el desván el visitante encuentra el "Espacio Gaudí", una colección de maquetas, fotos, audiovisuales, muebles y una increíble cantidad de materiales para adentrarse en la obra de este sujeto. El asunto de las maquetas construidas a partir del principio de la catenaria es maravillosamente ejemplificado con una serie de proyecciones y una maqueta suspendida con un espejo que ayuda a visualizar la idea que habría de realizarse. ¿Se ve cómo las palabras no alcanzan? Aquí lo que aplican son las matemáticas. La imagen de aquí abajo es foto del reflejo de una maqueta de cadenas suspendidas.
También se visita una planta que reproduce el modo en que se verían los pisos cuando la casa cumplía sus fines habitacionales, en la primera mitad del siglo XX. 
Son tantas cosas que mejor dejo aquí el vínculo para el resto de las fotos.


miércoles, 11 de junio de 2008

De Gaudí, combustibles y anaqueles vacíos...

Veamos. Mi intención hoy era comentar mi dicha tras la visita a Casa Milà, mejor conocida como La Pedrera. Un sueño. Pero, de vuelta a casa, dos cosas capturaron mi atención inevitablemente, insistiendo tercamente en arrebatar a Gaudí esta entrada. Primero, pasar junto a un par de estaciones de gasolina, y comprobar lo que hace un par de días insisten los diarios: los carburantes están agotados. Segundo, entrar al Mercadona a hacer algo de compra, y comprobar lo otro que me dicen los diarios: la gente está vaciando los anaqueles; las imágenes en las fotos de los diarios impresionan, pero verlos en persona son palabras mayores. Sin automóvil lo primero solo me sorprendía, pero lo segundo me invitaba a comprar lo que hubiera. ¿Y si se acaban las cosas y yo no tengo reservas? Busqué agua embotellada, y nada, sólo de la más cara, y poca. ¿Huevo? Ni por casualidad. Carne molida... nadita. Verdura en bolsa, una ensalada de esas que vienen ya preparadas... ni una sola. Incluso las neveras de verduras congeladas estaban casi vacías. Al final, nada: cogí el paquete de leche que buscaba inicialmente (y que era de la que todavía quedaba, aunque en cantidades mínimas) y salí en shock.

Según nos informan los enterados, esto es resultado de la huelga de transportistas, que se fueron al paro ante el alza de los precios de los combustibles. El asunto no es menor. Los alimentos frescos son los primeros en desaparecer de las tiendas, pero los temores de la gente hacen que se acabe también lo demás, y parece que con justa razón. La cosa es complicada y no se le ve por dónde. Yo por lo pronto, espero que mis latas de atún y mis pastas almacenadas en la alacena me ayuden a sobrevivir estos días, ¿no?

Mañana, por lo pronto, espero darme una nueva parada cultural, esta vez en el MACBA. Y compartir la reseña de mi visita a La Pedrera, por supuesto.

domingo, 8 de junio de 2008

Confesiones sobre la belleza, la mirada y otras tonterías (II)

"You have no idea of my abilities."

"I know that you can see. I know that you know how to look."

Siguiendo las reflexiones que ayer desencadenaba sobre las confesiones de una fea hermanastra, aparece, estrechamente ligada a la cuestión de la belleza, la mirada. A lo largo del relato, los diferentes personajes irán revelando sus particulares modos de mirar, y así el lector descubre que mientras unos son incapaces de reconocer la belleza, otros no cesan de buscarla en cuanto se les pone delante. En esta afirmación, es evidente, hay un supuesto esencial: la existencia objetiva o incuestionable de la belleza, más allá de la mirada, cuya labor sería en todo caso reconocerla. Si la belleza existe en sí misma (cosa que así creo, a pesar de no contar por ahora con los argumentos suficientes para defenderlo racionalmente), ¿aporta algo la mirada a esa existencia? ¿O la mirada no hace sino descubrir lo que simple y sencillamente es? Algo en la forma de mirar de los personajes (y en la forma de mirar que percibo a mi alrededor) me dice que más allá de esa existencia real de lo bello, la subjetividad del observador pone algo más sobre la mesa. Y no sólo eso: al hacerlo, transforma la misma realidad. Una idea más se dibuja en las protagonistas: la posibilidad de que la mirada aprenda a descubrir eso que es, de modo que la posible ceguera ante lo bello sería, al menos potencialmente, curable. Quizá este no es el momento ni el espacio para profundizar en todo esto, así que por ahora ahí dejo el argumento.

Muchas otras «tonterías» cruzaron mi mente a lo largo de la lectura. Me parece claro que ante un mundo ocupado en la racionalidad y la explicación objetiva de las cosas, sostener una disertación sobre cosas como éstas (la belleza, la mirada, el descubrimiento, la bondad...) puede considerarse inútil, banal. Por ahora pretendo dejar descansar la novela. Pero sé que en algún momento habré de volver a ella (como a tantos textos que reclaman una nueva mirada).

sábado, 7 de junio de 2008

Confesiones sobre la belleza, la mirada y otras tonterías (I)

"Beauty has no use at all", says Margarethe, following her own thoughts. "It has no consequence. It lends nothing to the world. You're better off without any, my poor daughter."

Nuevamente me atrapa Gregory Maguire con una novela difícil de calificar: Confessions of an Ugly Stepsister, editado originalmente en 1999 (es decir, antes del exitosísimo Wicked). Aparece ya esta obra la propuesta del autor por contar una versión de las cosas que reivindique a los "malos" y ofrezca una versión alterna de cómo pudieron ser las cosas que nos cuentan las narraciones infantiles. En este caso, Maguire visita la anécdota de la Cenicienta para construir un relato visto a través de una de las "feas" hermanastras. 

Siglo XVII. Una viuda y sus dos hijas llegan a Haarlem, en Holanda. Dos encuentros marcarán sus vidas. Un pintor, capaz de captar la esencia del mundo –la realidad, lo que llamamos bello y lo que calificamos de feo- como ningún otro. Y un comerciante de tulipanes, cuya hija parece encarnar la definición misma de la belleza. Al final, todos los caminos se cruzarán en un baile ofrecido en honor de Maria de Medici quien, de visita en los Países Bajos, busca al pintor que la inmortalice y a la mujer que habrá de desposar su ahijado, el príncipe Philipe de Marsillac.

Es la tercera obra que leo de Maguire y a estas alturas puedo afirmar que su narrativa me parece genial. Más allá de sus méritos literarios (los cuales, como siempre he dicho, me considero inhabilitado para juzgar), me cautiva su habilidad para jugar con imágenes colectivas que nuestra cultura, la Historia y en general lo que nos rodea, nos han ido formando, y simultáneamente construir un mundo alterno, con sus propias reglas, perfectamente coherente en sí mismo.

Muchos temas quedan flotando en la cabeza. Dos destacan, sobre todo, porque de una u otra manera han estado presentes con fuerza en mis pensamientos, sensaciones y experiencias durante las últimas semanas. La belleza y la mirada. Algunas ideas sobre la primera (que indudablemente reaparecerá en próximas entradas, puesto que se me ha vuelto un asunto incluso obsesivo en fechas recientes).

El relato tradicional de la Cenicienta lleva, como casi cualquier otra narración infantil, un sentido moralizador, una intención de aleccionar sobre algo, de mostrarnos una faceta del bien frente al mal. La revisión que Maguire hace de la anécdota no está exenta de ese carácter casi didáctico, aunque como es de esperarse adquiere una dimensión radicalmente distinta. Lo cierto es que no logra salir de esa tradición (¡y no es que en ello encuentre yo algo negativo, ni mucho menos!). La idea del bien se revela ligada, como en tantas otras historias, a la de lo bello: la bondad como una forma de belleza, más difícil de descifrar y por tanto a veces más visible por su ausencia que por la evidencia de su existencia. Y el arte, la pintura en particular, es el vehículo que utiliza el autor para permitir que esta idea opere entre los personajes.

Probablemente estoy divagando y resulto poco claro. Han pasado escasos minutos de que cerré el libro tras leer la última página. Algunas cosas se irán acomodando en las horas por venir. Queda el tema de la mirada para después, y una cierta urgencia de recuperar la cuestión de lo bello, que tengo en caóticas notas desde aquella visita al MNAC sobre la cual platicaba hace un par de semanas. (Queda también para la próxima entrada aclarar eso de "otras tonterías".)

viernes, 6 de junio de 2008

Persépolis: más vale tarde que nunca


Me entero a través de internet que hoy se estrena Persépolis en México (a casi un año de su estreno comercial en Francia). Como era de suponerse, se proyecta solamente en un puñado de salas. Y para colmo, ¡el mismo fin de semana del estreno de Sex and the City! (No entiendo cómo se toman ciertas decisiones para insertar determinadas películas en el circuito comercial. ¿Era el inicio de la temporada de estrenos veraniegos el mejor momento? Es pregunta.)

Estrenada por acá durante el otoño pasado, Persépolis fue sin duda alguna una de las mejores películas que vi durante 2007. Uno de esos brillantes casos de uso creativo y provocador del lenguaje cinematográfico. De este lado ya circula comercialmente el DVD (incluso en una versión de lujo que cuando veo en la estantería de la FNAC, me hace babear como niño pobre ante aparador de dulcería). A falta de capital para invertir en ello, me deleito con el extraordinario ejemplar de la novela gráfica que dio origen a la película (y que mi querido hermano tuvo a bien enviarme en diciembre como obsequio navideño).

Ojalá los chilangos aprovechen y se lancen esta semana al cine a ver Persépolis. Acuérdense que las pelis que se estrenan en cientos de pantallas aguantarán varias semanas... Estas otras, en cambio, apenas sobreviven en los circuitos casi subterráneos.

miércoles, 4 de junio de 2008

Encuentros conmigo mismo

Llevo tres días de acudir, tan pronto me levanto y desayuno algo, a mi sesión de encuentro con el que llevo dentro. Me siento sobre la arena y dejo que a través del sol y las suaves olas susurre aquello que le venga en gana. Al día de hoy, el saldo es de algunos descubrimientos relevantes, sin duda... imágenes, alternativas, posibilidades... rutas para explorar. No tengo claro qué busco en esos encuentros. Es sólo que de pronto ando medio vacío... o quizá por el contrario, excesivamente saturado de cuestiones que me apasionan, me entusiasman... hasta paralizarme. Más allá de estos encuentros sistemáticos que me he propuesto, es claro que los hallazgos no han cesado en estos ya más de ocho meses... las sorpresas siguen a la orden del día... los signos de interrogación se siguen abriendo y cerrando... y los de exclamación también, por supuesto... No deja de ser intrigante cómo la visión global o de sistema que a veces la gente asegura encontrar en mí, se me esfuma cuando se trata de observarme a mí mismo... Las piezas en el rompecabezas de mis propias inquietudes y motivaciones resultan absolutamente confusas, y quizá en ello radique su esencial atractivo. No pretendo la comprensión cabal de la existencia... los atisbos repentinos de los que gozo son bastantes y suficientemente enigmáticos como para mantenerme ocupado. Mientras encuentro algunas luces, aquí sigo explorando...

lunes, 2 de junio de 2008

Primera deuda: Canta la hierba

Esta mañana me puse a revisar mis entradas anteriores en busca de todas mis promesas incumplidas: todas esas ocasiones en que escribo cosas como “prometo hablar de esto”, “me propongo referirme a aquello”, etcétera. Descubro que son muchas, y espero (no sé si prometerlo) irme poniendo a mano poco a poco.

Una de mis deudas más antiguas se siembra en febrero, cuando prometo hablar de Canta la hierba. Hace menos de una semana entregué para evaluación de una asignatura un pequeño ejercicio desarrollado en torno a esta novela de Doris Lessing. Para empezar a saldar mis pendientes, comparto las ideas con que inicio ese ejercicio.


El texto llegó a mis manos casi por accidente. Apenas habían pasado unos días de que se anunciara el otorgamiento del Nobel de Literaura a su autora, por lo que, como era de esperarse, las reimpresiones de sus obras poblaban ya los anaqueles de las grandes librerías. Era sencillo, pues, caer en la red del consumo. Y caí. Transcurrían mis primeras semanas en Barcelona, el tiempo “libre” para leer era bastante, pero mi presupuesto para literatura era limitado, así que me decidí por precio. La alternativa fue una sencilla edición de bolsillo de Canta la hierba, la primera novela de Doris Lessing, publicada originalmente en 1950.

Mis conocimientos acerca de la escritora inglesa y su obra eran nulos. Ni siquiera había puesto atención a las notas que daban noticia del galardón que había decidido entregarle la Academia Sueca. Así que mi acercamiento a la novela fue desde una absoluta virginidad. La intriga –desarrollada en el marco de una Rhodesia (hoy Zimbabwe) caracterizada por las políticas segregacionistas– me atrapó desde las primeras páginas, pero decidí avanzar con lentitud, saboreando las imágenes, deteniendo la lectura cada vez que algún acontecimiento me sugería la necesidad de conservarlo, de hacer a un lado el libro por un tiempo, como para darme oportunidad de asimilar las transformaciones que Mary, la protagonista, iba viviendo; de alguna manera esas pausas –que hicieron que la lectura se prolongara bastante, si se considera que el ejemplar apenas rebasa las 250 páginas– dieron pie a que me familiarizara más con los personajes, imaginándolos más allá de los momentos que Lessing había decidido revelarme. Pese a que el primer párrafo del texto daba ya cuenta de cómo acabarían las cosas, llegar al final significó un descubrimiento difícil de explicar. Descubrimiento que con el paso de las horas se fue reacomodando. Y en cierto modo no dejó de hacerlo. Al punto de moverme a utilizar este ejercicio como pretexto para explicármelo.

La decisión estaba tomada. Intentaría establecer un diálogo con la obra. ¿Por dónde habría de empezar? Al principio, había tenido la impresión de estar ante una estructura trágica, en la que una mujer cometía un error que le condenaba; esa imagen marcaba un camino. ¿No era muy reduccionista? Otro día se me apareció como el relato de una redención, la idea de liberación emergía constantemente en mis anotaciones. En todo caso, era el momento culminante, la muerte de Mary a manos de Moses, aquel estoico criado, lo que revoloteaba en mi cabeza. La clave estaba en entender esa escena. ¿O no? ¿Iba en la dirección correcta? ¿O esa idea era producto de la influencia de otras lecturas (discursos, discusiones) que terminaban haciéndome ver algo forzando las cosas? Si mi “interpretación” era válida, ¿cómo convenía enfrentar el ejercicio de diálogo con el texto para explorarla?

La respuesta me la dio la propia Lessing. Entusiasmado por Canta la hierba, me había decidido a invertir en El cuaderno dorado, y aunque opté no leerlo hasta que hubiese terminado este ejercicio de exploración, sí leí el prefacio, escrito por Lessing en 1971, a diez años de la publicación original de esa novela. Ahí narra que, “como cualquier otro escritor” suele recibir cartas de jóvenes que, como parte de la elaboración de una tesis o investigación, la cuestionan sobre el sentido o la intención de sus obras. Y escribe:
Estas peticiones las contesto de la siguiente forma: «Querido estudiante: Está usted loco. ¿Para qué gastar meses y años escribiendo miles de palabras acerca de un libro, o hasta sobre un autor, cuando hay cientos de libros que esperan ser leídos? ¿No se da cuenta que es víctima de un sistema pernicioso? Y si usted ha escogido por su cuenta mi obra como tema y si usted tiene que escribir una tesis –y créame que le estoy muy agradecida que lo que he escrito lo haya encontrado usted útil–, entonces ¿por qué no lee lo que he escrito y se hace una idea propia acerca de lo que usted piensa, cotejándolo con su propia vida, con su propia experiencia? ¡Olvídese de los profesores Blanco y Negro!».

No sólo me respondía… ¡me daba un empujón en la dirección que el ejercicio mismo había sido propuesto por mis profesores! De tanto pensarme cómo enfrentarlo, había yo perdido de vista algo tan evidente, que de nuevo la misma Lessing me recordaba en ese prefacio:
[…] no solamente resulta infantil que un escritor persiga que los lectores vean lo que él ve, y que entiendan la estructura y la intención de una novela como él las ve. Que el autor desee esto demuestra que no ha entendido el punto más fundamental: a saber, que el libro está vivo y es poderoso, fructificador y capaz de promover el pensamiento y la discusión solamente cuando su forma, intencionalidad y plan no se comprenden, debido a que el momento de captar la forma, la intencionalidad y el plan coincide con el momento en que no queda ya nada por extraer.

Convencido de ello, sólo era cuestión de armar el rompecabezas. Las piezas estaban sobre la mesa. 

El resto del ejercicio fue simplemente mi humilde intento por darles algún orden.

domingo, 1 de junio de 2008

De principio a fin...

En esta entrada sigo el ejercicio que realizó el JuanPa que a su vez lo siguió del Héctor. El segundo cuenta que la idea original plantea nombrar los 10 álbumes que puedes escuchar de principio a fin, sin pasarte un sólo track; pero él decidió poner 20, ¿por qué no? El JuanPa se fue todavía más lejos y decidió poner 25. Yo la verdad dudaba si sería capaz de llegar siquiera a los 10 originales, pues en realidad nunca falta que una canción me revienta o de plano siento que no encaja en el disco o yo qué sé. Así que sin meta en mente me puse a seleccionar del iTunes, y llegué a 17. Para dejar números redondos hice una profunda deliberación y terminé en 15... pero de pronto ¡me di cuenta de omisiones imperdonables! Así que decidí irme a 20. Sin duda la lista podría extenderse, pero bueno, creo que parte de la gracia del ejercicio está irremediablemente en discriminar.

El que conozca a fondo mis (eclécticos) gustos musicales notará que faltan músicos y artistas significativos, pero me di cuenta que en la mayoría de esos casos, siempre encuentro en sus grabaciones un "pero"; cuando escucho muchos de mis discos favoritos, reconozco que llega un punto en que una u otra rola me la debo saltar inevitablemente, o simplemente me gusta escuchar las piezas aisladas, y no necesariamente como parte de un continuo. Así que, tratando de ser lo más honesto posible, me vi obligado a descartar esas grabaciones y escogí éstas que, más allá de la frecuencia con que las escucho, para mí deben oírse "de principio a fin".

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