Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

jueves, 20 de marzo de 2008

De turista por el D.F. (III)

Todo, sin duda, tiene su lado negro. Me pensé mucho si publicar o no esta entrada. Pero al final, tengo claro que amo esta ciudad con sus virtudes y sus defectos, así que, ¿por qué no darle un espacio, aunque sea breve, a algunos de estos?
Las fotos que publiqué en la entrada anterior, sin duda dejan ver una pequeña muestra de la belleza que encuentran nuestros visitantes. Pero el emocionante recorrido en Turibús deja también a la vista algunas de nuestras desgracias. Una me atrapó en particular: nuestro terrible cableado público. En los últimos meses me he acostumbrado a las calles con alambrados subterráneos -que no son exclusivas del primero mundo, claro; tengo en mente el imborrable caso del centro de la ciudad de Campeche, como muchas otras que en nuestro país han empezado su "transición"-. 

En contraste con esas imágenes, el recorrido en el segundo nivel del Turibús, pone al viajero en contacto cercano no sólo con las ramas de uno que otro árbol, sino con la mismísima alta tensión. Más de un ocurrente ha ido dejando huella a lo largo del trayecto, lanzando al alambrado los audífonos que incluye el boleto, los cuales se unen al panorama que otrora incluía ya elementos tan sui géneris como los tradicionales zapatos colgantes.
Si bien muchos elementos kitsch se han convertido ya en parte de la estética de esta ciudad, valdría la pena pensarnos la forma de recuperar parte de su particular esplendor y renovar la expresión que usara tiempo atrás Alexander Von Humboldt, cuando se refirió a este valle como "la Ciudad de los Palacios".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esos cableados no son exclusivos del "tercer mundo" mi actual hogar en el pacifico norte es una verdadera telaraña.