Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

lunes, 24 de marzo de 2008

En Oaxaca (II)

Viernes Santo. 13:00 horas. Estamos tomando el Eje 6, con destino a dejar el D.F. un rato.

13:43. Cruzamos la caseta de cobro para salir de la ciudad, rumbo a Puebla. Treinta y siete minutos más tarde estamos atravesando la caseta de entrada a la angelópolis.

Después de un rato de compartir camino con quienes viajan a Veracruz, pasadas las 15:00 horas, tomamos ya la desviación hacia Oaxaca.

Las horas de carretera se convierten en una extraordinaria oportunidad para redescubrir la inmensidad y belleza de este país. Un espectáculo.

17:28. "Bienvenidos a Oaxaca de Juárez". En ese momento nos "cae el veinte": no sólo es Viernes Santo, también es 21 de marzo, aniversario del natalicio de Don Benito.

17:59. Hemos cruzado la ciudad y, tras unos kilómetros adicionales de carretera, estamos ya en Santa María del Tule. Entramos a la calle de Sabino y nos topamos con el pequeño paraíso-refugio que se ha construido mamá. Nuestro paraíso durante al menos un par de días.

El resto de la tarde será para reencontrarnos con la capital oaxaqueña. Hacemos cuentas. ¿Cuánto ha pasado desde que estuvimos aquí? Cinco años, creemos. Muchas cosas lucen distintas. Sin embargo, Oaxaca sigue siendo -o es quizá más ahora que antes- una fascinante síntesis de nuestras contradicciones nacionales.

Entre Viernes Santo y Sábado de Gloria, a recorrer el centro. La Catedral coronada por una radiante luna llena. El kiosco y las frondosas copas de los árboles de la plaza. La música. El mercado. La comida: el quesillo, el mole, el chocolate, las tlayudas, los chapulines, los dulces. El ex-convento de Santo Domingo. Y claro, indispensable, como cada vez que uno está en Oaxaca, unas nieves afuera de la Basílica de Nuestra Señora de la Soledad; esta vez, de mango, de tuna, de limón, de piña colada.







Domingo de Resurrección. Nos espera un largo regreso. Desayunamos una tlayuda con cecina adobada y unas enfrijoladas con tasajo.

11:15. Salimos de la gasolinera que está a las afueras del Tule.

17:25. Hemos atravesado Puebla; entramos al último trayecto de autopista. El camino va pesado pero, a pesar de mis cálculos, lo peor ya ha pasado. El tránsito fluye. Sólo una duda: ¿por qué nadie se siente digno del carril de la extrema derecha?

18:11. Cruzamos la última caseta antes de entrar a la Ciudad de México.

19:15. Estamos en casa. Para haber sido ocho horas (tres más que en el viaje de ida), se fueron volando.

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