Hay de todo lo que uno se pueda imaginar con el amplio pretexto del "día de la Tierra". La cantidad de expositores y visitantes es inmensa, lo cual de entrada entusiasma, resulta alentador. Sin embargo, mientras atravesaba la feria, comenzaron a producirse en mí sentimientos encontrados, que quisiera compartir contigo.
La Feria podría describirse como un gran mercado, cuyos comerciantes clasificaría en tres grandes grupos. El "mercado espiritual", ofrece todo tipo de soluciones para el alma (y el cuerpo siempre que esté conectado con ella): meditación, reiki, yoga, programas y libros de auto-ayuda y desarrollo personal, música "tántrica", viajes a la India y cualquier cantidad de terapias "no convencionales" (según sus propios adjetivos). Por otro lado encontramos un amplio "mercado de la compasión": organizaciones civiles o no gubernamentales dedicadas a todo tipo de causas: combatir el maltrato animal, erradicar el consumo de pieles, combatir la pobreza, promover la educación en países "no desarrollados", proteger al ambiente, y un largo etcétera. Finalmente, un diverso "mercado solidario", que incluiría asociaciones de comercio justo, así como vendedores de productos naturistas, orgánicos y étnicos. Reconozco de entrada que en la agrupación que planteo en esta tercera categoría estoy siendo arbitrario; y cometo esta arbitrariedad porque me parece que los "consumidores solidarios" suelen consumir indistintamente productos de estos, en esencia, distintos tipos de productores.
Pongo sobre la mesa, pues, mis reflexiones.
Sobre el "mercado espiritual", evitaré extenderme por ahora y remito a una reflexión que publiqué hace un par de meses en otro espacio; la reflexión sin duda puede extenderse, lo cual intentaré hacer en días próximos o en otro espacio.
Respecto a lo que llamo el "mercado de la compasión", me inquietan dos asuntos en particular. El primero, vinculado con los organismos que lo promueven. Sin negar el auténtico compromiso de muchas organizaciones "civiles", me parece que su propia naturaleza y origen encierran ciertas paradojas; para muchas, la injusticia que se proponen erradicar se ha convertido en condición inevitable de subsistencia, por lo cual corren el riesgo de producir en su relación con ella una simbiosis que termina siendo fatal para los afectados, ya que termina condenándolos a perpetuarse. La segunda idea se relaciona con nosotros, los cooperantes -activos o potenciales- de estas organizaciones, pues estamos frente al riesgo de que nuestra ayuda se convierta solamente en una forma de silenciar la conciencia, de tranquilizar el corazón.
Finalmente el tema del "mercado solidario". Buena cantidad de organizaciones son fieles a sus convicciones. Y muchos compradores acuden a ellas convencidos a su vez. Riesgos parecidos a los anteriores. Y más: alimentar al mismo mercado "injusto", insertarse en él. Porque al final todo queda en una práctica consumida a partir de los mismos mecanismos del mercado explotador tradicional. El mercado "alternativo" corre cada vez más el riesgo de convertirse en una fachada para el mercado basado en la explotación, ya sea porque sus promotores terminan alimentándolo una vez que bajan la cortina, o porque sus consumidores acuden a ellos en una actitud puritana, que les permite presumir su virtuosidad y su conciencia social, mientras alternan estas prácticas con otras que sólo generan incongruencias inmensas.
Los planteamientos previos me llevan a una reflexión final.
El tema de fondo en los tres "mercados" es justamente que tienden a seguir la misma lógica que pretenden contrarrestar. Y pocas veces sus productores y consumidores nos detenemos a reflexionar sobre ello. No pretendo restar valor a nuestras buenas intenciones y menos sugerir que habrían de erradicarse también estas tendencias. Tampoco sugiero transformar nuestras vidas radicalmente y abandonar toda acción que "atente contra la Tierra"; sin duda en un mundo como el que tenemos, sobre todo quienes vivimos en comunidades urbanas, resulta muy pretencioso aspirar a cambiar todo de buenas a primeras. Intento ser sensato y de ninguna manera planteo que neguemos aquello que como humanidad también hemos construido.
Simplemente creo que acercarnos a estas "prácticas alternativas" no es suficiente. Que falta algo más: construir una conducta congruente, que surja del fondo, de convicciones auténticas que nos permitan distinguir las causa de nuestras acciones y asumir paulatinamente los compromisos que ellas implican. No es tarea fácil. Muy al contrario. Y en eso propongo que nos pongamos a trabajar, cada quien con quienes tenemos cerca y en nuestro propio ámbito.
El mío es la educación. Y ahí tenemos un campo muy fértil y amplio para empezar. A eso estoy dedicando mis esfuerzos desde hace unos meses. Aquí sigo por lo pronto, buscando construir.
Apuntes bibliográficos. En las ideas sobre lo que llamo el "mercado de la compasión", recupero reflexiones planteadas por Pascal Bruckner en La tentación de la inocencia (1996, Anagrama) y Zygmut Bauman en Vidas Desperdiciadas (2005, en editorial Paidós) y que, en lo tocante a este tema en concreto, comparto ampliamente.
3 comentarios:
querido Ernesto...no sabés el desastre ecológico que estamos viviendo...lo ir´ñonico del día de la Tierra, es estar con la ciudad llena de humoooooooooooo
koff koff
por eso me puse pañuelo...
besos
Hola Ernesto¡
Por casualidad llegué al blog de Amaya, por casualidad llegaste tú a ella, y por la mismita casualidad llego hoy a tu espacio. Es maravilloso esto del blog. Y leer a gente como ustedes dos, me encanta, siento que viajo...
Yo soy un relajo, alguien a quien no le gusta mucho leer o escribir, pero me tienen siempre pegada al monitor esperando que alguno de los dos escriba algo...
Cuidate, paisanito, uyyy y te ves guapíshimo con tu bufanda jajajaja
Y se me olvido decirte que yo también me uno a tu causa, aunque sea insignificante al principio, pero uno nunca sabe hay momentos en que la gente tiene abiertos sus oídos, como yo al momento de leer tu publicación.
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