Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

lunes, 24 de noviembre de 2008

Alfa y Omega

Hoy concluye un viaje... e inicia otro. Todo final puede ser entendido como un nuevo comienzo. Así pues, inicia hoy una travesía. Esta texto aparece aquí mientras me encuentro volando hacia el Distrito Federal. Atrás queda una ciudad en cuyas calles seguramente mi sombra aún se pasea. Ciudad que fue escenario de una metamorfosis. O quizá un renacimiento. O, ¿por qué no?, una mezcla de ambas cosas. El hecho es que hoy voy de vuelta.

Fin y principio. Ésta es al mismo tiempo la última entrada y la primera. Se trata de la entrada número 200 de ErnestoEnBarcelona durante 2008. La 201 en todo el blog, si consideramos el texto que envié a Kiri cuando nació y que tramposamente convertí después en el post inaugural, fechado en diciembre. Esta entrada 200 (o 201) es la última de este blog. Con estas palabras se cierra un ciclo. Pero es también la entrada que marca un nuevo comienzo.

¿Cómo se dio esta decisión? Mientras dedicaba las últimas horas de mi estancia a remodelar ErnestoEnBarcelona, no pude resistir la tentación de releer buena parte de los textos publicados. Mi primera impresión es que, en general, se trata te textos bastante anecdóticos. No sé qué tan sencillo resulte leer entre sus lineas la auténtica revolución que se ha librado dentro de mí a lo largo de un año.

Lo cierto es que cuando estaba lsito para lanzar la nueva imagen de ErnestoEnBarcelona, con la intención de darle continuidad desde México, tuve la sensacion de que estaba violentando una historia. Si bien mantengo la idea de que Barcelona para mí dejó de ser una ciudad para convertirse en una actitud, prefiero hoy cerrar este ciclo y dejarlo así: que conserve su esencia, que el ajetreo de volver al mundo que me precede no lo manche. Por eso, hoy termina una etapa pero, a modo de espiral, inicia otra. 

Así, esta entrada es también la primera de Ernesto-BCN. Ya iré descubriendo qué significa este nuevo refugio. De entrada, se trata de un espacio que ha nacido con la motivación de explorar nuevos sentidos, nuevos enfoques, nuevas alternativas. Queda ver cómo se irá concretando.

Sólo una aclaración. EnrestoEnBarcelona no desaparece. Simplemente dejará de actualizarse, o al menos ésa es la intención. Ahora estaré publicando a través de Ernesto-BCN, espacio que pretende canalizar aquello que se gestó en mí a lo largo de estos meses. Cualquier cambio de decisión que implique revitalizar este blog, lo haré saber oportunamente a través del nuevo. Así las cosas, bajo la cortina por acá y corto el listón inaugural por allá. 

Gracias por acompañarme durante estos maravillosos meses.

domingo, 23 de noviembre de 2008

BCN BSO 2: WALK ON

(Actualizado el lunes 24 a las 11:00 desde el aeropuerto de Amsterdam.)

En menos de 24 horas estaré Dios mediante volando sobre el Atlántico con destino a la Ciudad de México. Está de más decir que ando nostálgico y cargado de emociones y sentimientos encontrados. De algún modo, estos tres meses fueron más intensos y vertiginosos que los 10 anteriores, aunque es evidente que fue durante la primera etapa de la estancia que se gestó todo lo que ahora sacude y hierve en mi interior.

Como hace unos meses, desde ayer comencé a elaborar el track list de la banda sonora de esta segunda temporada en Barcelona. Nuevamente, como las opciones son tantas, me limité a los 80 minutos del CD convencional. Va pues la dichosa lista, aunque esta vez me permito reservar para mí el sentido particular de cada pieza.

Barcelona, Giulia & Los Tellarini
La Plage, Yann Tiersen
Cantares, Joan Manuel Serrat
A new day has come, Celine Dion
La Martiniana, Susana Harp
La belleza, Luis Eduardo Aute
Nuestra vida, Eros Ramazzotti
En la planta de tus pies, Alejandro Sanz
When your mind's made up, Glen Hansard & Marketa Irglova
Too many people, Pet Shop Boys
Volver, Carlos Gardel
Aquellas pequeñas cosas, Joan Manuel Serrat

[Actualización 24/11/08. Mientras espero mi vuelo aquí, en Amsterdam, viene a mi mente un track importante para esta BSO: One, de U2]

Al final, decidí que como mi iPod ha estado desarrollando esa extraordinaria conciencia, él debía tener la opción de elegir un par de temas. Primero me propuso "Addio Monti", una joya del maestro Morricone, en la versión de Taro Hakase que aparece en el homenaje We all love Ennio Morricone (no he logrado encontrar una versión en la red, así que la quedo a deber). 

Y la segunda que sugirió no se queda atrás. Se trata del tema final de Carousel, un musical clásico de Rodgers y Hammerstein. La canción ha sido grabada en decenas de versiones. En mi iTunes existen cinco. Y la que decidió reproducir mi iPod fue la de la escena final tal como se escucha en la obra de teatro. También existe una versión cinematográfica de 1956. Y gracias a la magia del YouTube, puedo compartir este himno de esperanza tal y como se escucha en su contexto original.


When you walk through a storm hold your head up high,
And don't be afraid of the dark.
At the end of a storm is a golden sky
And the sweet silver song of a lark.

Walk on through the wind,
Walk on through the rain,
Tho' your dreams be tossed and blown.
Walk on, walk on with hope in your heart
And you'll never walk alone,
You'll never, ever walk alone.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Última jornada turística de la temporada

En un intento por ser manecilla de horas, dediqué buena parte de este sábado a turistear pausadamente por última vez en esta estancia barcelonesa. La primera parte del día la dediqué simple y sencillamente a caminar, fundamentalmente por el barrio gótico. En los rincones que detrás de la Catedral suelen acoger a todo tipo de músicos callejeros, me topé con otro argentino empeñado en recordarme aquello de "Volver" ("Tengo miedo del encuentro / con el pasado que vuelve / a enfrentarse con mi vida... / Tengo miedo de las noches / que pobladas de recuerdos / encadenan mi soñar... / Pero el viajero que huye / tarde o temprano detiene su andar... / Y aunque el olvido, que todo destruye, / haya matado mi vieja ilusión / guardo escondida una esperanza humilde / que es toda la fortuna de mi corazón.")

El señor, que se hace llamar Miguel Ale, canta los tangos y las milongas con una pasión tal que no pude resistirme a comprar mi último CD callejero de la temporada. Estuve un rato escuchando sus interpretaciones a clásicos argentinos tan populares como "Por una cabeza" y otras desconocidas para mí como "Noche de carnaval" ("Pedacito de cielo / no me hagas sufrir / Yo quisiera que nunca / te olvides de mí") y "Yira, yira" (una más de las desgarradoras de Discépolo: "Verás que todo el mentira / verás que nada es amor / que al mundo nada le importa... / ¡Yira!... ¡Yira!.../ Aunque te quiebre la vida / aunque te muerda un dolor / no esperes nunca una ayuda, / ni una mano, ni un favor" ¡Ámonos pues! jeje).

Por la tarde me fui por fin a conocer la Fundación Miró para explorar al menos su colección permanente. Si bien Miró no es precisamente mi pintor favorito, disfruté realmente recorrer la trayectoria de este mítico catalán y acercarme un poco más a su lenguaje. 


Salí contento y, para conservar el ánimo arriba, aproveché que andaba por ahí para ver una vez más la Fuente Mágica de Montjuïc. No me canso de verdad de sentarme a contemplar la danza de los dichosos chorros de agua.


Rematé la noche visitando la exposición retrospectiva de Alphonse Mucha que se expone en el CaixaForum. Una auténtica delicia. Las palabras no alcanzan. A lo largo de un año, visité en este museo una larga cantidad de exposiciones de todo tipo: desde arte de la antigua India, hasta instalaciones de arte contemporáneo, pasando por la mágica retrospectiva sobre Charlie Chaplin. Actualmente se presenta, además de la obra de Mucha —que ya es en sí razón suficiente para pasar largo rato en la antigua fábrica modernista— una selección de obras de las Galerías Uffizi que no tiene desperdicio. Y además, ¡las exposiciones en CaixaForum son gratuitas! ¿Qué más se puede pedir?

Así, cargado de belleza, volví a casa para seguir haciendo maletas. 

viernes, 21 de noviembre de 2008

Manecillas

Hace unos días, mientras esperaba un tren de Cercanías en la estación, me quedé un rato contemplando uno de esos relojes de manecillas, típicos de los andenes ferroviarios. 

Veía cómo un minuto dura lo mismo para las tres manecillas y, sin embargo, la experiencia del tiempo es radicalmente distinta para cada una de ellas, considerando no sólo las distancias recorridas y el desgaste vivido, sino, sobre todo, la sensación de velocidad. 

Así, estos días previos a mi regreso los he vivido como segundero. ¡Como me gustaría disfrutar de este par de días —los últimos de esta estadía— siendo algo más parecido a la manecilla de las horas!

jueves, 20 de noviembre de 2008

Tres notas sobre este jueves

Un día simplemente intenso. Lleno de cosas. Supongo que así serán ya los tres que me restan. Muchos pendientes todavía por atender aquí. Varias cosas por enviar al trabajo en México. También uno que otro encargo, para variar. Y esta necesidad inmensa de extender un poco algunos de los instantes que aún quedan. Del caudal de cosas que me ocuparon hoy, comparto aquí tres que son dignas de este espacio. 

Los malos...

Al salir de casa tomé mi diario ADN y, como siempre, empecé por la última página, con la columna The End. El texto de Mariola Cubells, titulado Malos que te rodean, me pareció impecable y de inmediato me dije: esto va pa' el blog. Como no me atrevo a editarlo, lo comparto completo. Advierto que aparecen algunas referencias a hechos concretos que han tenido mucha difusión por acá, pero creo que su contenido es perfectamente claro. (Puede leerse el texto en su fuente original, aquí.)
Quizá nunca les leyeron cuentos de niños. Y por eso son malos. Tienen el alma de acero alemán y las entrañas podridas y enrevesadas. Quizá nadie les besa, ni pueden acurrucarse nunca en ningún regazo. Y por eso un día queman a una mendiga en un cajero automático y sonríen incluso cuando les condenan y otro día le revientan el corazón al joven Álvaro en la puerta de la discoteca en la que trabajan y luego se van a la casa lóbrega en la que viven y sienten que el mundo es un lugar más seguro con ellos.

Son malos. Y lo pueblan todo, los rascacielos y las praderas, los despachos y las ventanillas, y ya ven, las puertas de las discotecas, y las entrañables veladas familiares. Una los puede tener al lado y no percatarse porque saben esconder la bilis, amagar la ira, no hacerse notar. Pero si te fijas los puedes descubrir, porque nunca dejan pasar el sol de lo opacos que son. Nunca rozan la belleza como decía Aute, y su mirada es turbia. Pero te has de fijar, si no, nada.

No están en las películas, ni en la literatura, están en tu vida, y en la de los tuyos. A veces también dañan de muerte a un bebé rubio inglés de 17 meses, o violan y machacan a una niña ecuatoriana de siete. A veces son mujeres, ricos, adolescentes, pobres, ateos, feligreses, y a veces son casi niños. A veces adulteran la leche en China para hacerla más rentable. Tampoco creo que nadie les cantara de pequeños, ni creo que lean nunca poesía, ni que oigan sinfonías ni boleros. Quizá los tengas al lado.
Quizá lo que más me gustó del texto es la salida implícita. Esa estrecha relación —fundamental, me parece— entre el bien y la belleza. Y hablando de belleza, leía yo este texto mientras buscaba un lugar donde inspirarme para escribir y perderme un rato escuchando música en mi iPod. En esas andaba cuando me topé con...

Un complot musical en el parque...

Aprovechando que no está muy lejos de casa, me lancé al Parque Güell para perderme un rato en sus veredas y escribir bajo la sombra de sus árboles. Los espacios más populares del parque, como siempre, estaban hasta el gorro de turistas. Pero siempre es posible encontrar lugares de paz entre la vegetación. Y mientras encontraba dónde instalarme, escuchaba un poco de los muchos músicos que acostumbran ubicarse en el parque: bossa nova, trova, étnica, acordeón... Y en una de esas vi a un solitario sujeto acariciando suavemente su guitarra. Me senté a unos metros, para escribir unas cuantas líneas escuchándole. En cosa de segundos, se arrancó con una mítica canción de Serrat... 


La canción me emocionó por muchas razones. Comprenderás que a unos días de mi viaje a México, después de tantas cosas, transformaciones y resurrecciones vividas en el interior de quien te escribe, la canción haya resultado especialmente poderosa. A unos cuantos días de... volver. 

El sujeto acabó su melodía y se acercó a él un matrimonio, que al parecer había escuchado hablar del joven músico. Resultó que eran compatriotas, de la Argentina. Cuando la pareja se alejaba, el cantante hizo sonar en su guitarra una canción emblemática de su patria...


Cuando terminó, me puse de pie para buscar otro lugar, pues me sentí incapaz de seguir enfrentando el complot musical que se orquestaba en mi contra. Mientras caminaba, recordé otro tango. Uno que no viene mucho al caso con estas reflexiones, pero que descubrí apenas ayer, gracias nuevamente a la conciencia que está desarrollando mi reproductor de MP3. Por eso...

... pa' rematar, mi iPod dice: "Confesión"

Así se llama este tango de Enrique Santos Discépolo y Luis César Amadori. La versión que yo tengo aparece en el disco Tango Bar, y está a cargo del grupo de Raúl Jaurena. Nunca había escuchado tan tremenda canción. Al menos no que yo recuerde. Pero ayer, cuando el modo aleatorio del aparetejo la puso, me quedé maravillado por la pasión y la locura de su letra.
¡Sol de mi vida!...
fui un fracasao
y en mi caída
busqué dejarte a un lao,
porque te quise
tanto...¡tanto!
que al rodar,
para salvarte
solo supe
hacerme odiar.
La letra completa es desgarradora, fascinante. Al buscar una versión en la red para compartirla, descubro que, además de la grabación clásica con Carlos Gardel, existen algunas versiones interpretadas por Enrique Bunbury, la mítica voz de los Héroes del Silencio. 

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Último miércoles

En los últimos años, llegado el mes de julio, mi trabajo me exigía dirigir unas palabras a los chicos que en aquel momento concluían sus estudios de secundaria o preparatoria. Normalmente, como en cualquier contexto que implicara que diese yo algún mensaje, procuraba construir un texto especial, único, para cada ceremonia. Desde que estudiaba el bachillerato, siempre he aborrecido a los directores y rectores que reciclan sin cesar sus palabras. Como el destinatario particular al que van dirigidas varía cada curso, estos personajes parecen olvidar que alrededor nos encontramos otros receptores, que una y otra vez nos fletamos sus anécdotas como si realmente hablaran de algo que les sucedió la tarde anterior.

Sin embargo, pese a mis esfuerzos por variar un poco las cosas, reconozco que en un par de ocasiones me sentí en la necesidad de repetirme, considerando que era imprescindible recurrir a un breve texto de Michael Ende que, desde que leí por primera vez —hace más de una década— me dejó marcado por su contundencia. Palabras que a lo largo de todo este día —y que seguramente a lo largo de lo que resta de la semana— me han dado vueltas en la cabeza una y otra vez.

Como en este momento mi ejemplar de Carpeta de Apuntes (tal es el título del libro donde aparece el texto en cuestión) se encuentra en la Ciudad de México, me puse a explorar el disco duro y encontré los dos discursos en los que parafraseé a este escritor alemán. 

Comparto aquí el fragmento final de uno de estos discursos, pues hoy, a cinco días de volver a México, adquiere un sentido especial para mí.
La vida está hecha de ciclos… de principios… de finales. A lo largo de nuestras vidas, pasamos por millones de acontecimientos. Muchos de ellos parecen repetirse, o al menos se parecen entre sí. Otros, se nos esfuman en segundos. 

Y a veces no sabemos que algo está sucediendo por última vez. Caminas por una calle que nunca volverás a cruzar; te encuentras con alguien a quien no volverás a ver.

Un escritor alemán, Michael Ende, autor de La Historia Interminable, escribió en una ocasión que, de alguna manera, todo lo que hacemos sucede por última vez. Cada momento es único; aunque otros se le parezcan, no se repetirá nunca.

¿Te has fijado que en cierto modo siempre es "la última vez que"?

Te pregunto, ¿no crees que si supiéramos muchas veces que “ésta” es la última vez, valoraríamos más cada instante? 

Un día alguien cruza la puerta sin decir adiós y… nunca regresa. Un día te vas pensando “mañana le digo lo que siento”… y “mañana” nunca llega.

¿No crees que podemos darle un nuevo sentido a cada momento?

Hoy estás ante una de esas últimas veces que es imposible ignorar. 

No la desperdicies. 
Apunte. Al releer ambos discursos, recuerdo por qué en ambos decidí hacer esta referencia: se trataba de mi último discurso de graduación en las dos escuela, aunque los alumnos y profesores no lo sabían. En ambos casos, yo había presentado ya mi renuncia y había sido aceptada. Era sólo cuestión de días para que el cambio de estafeta se concretara. De ahí el sentido tan peculiar que tenía para mí incluir en estos discursos la idea de hacer algo "por última vez".

martes, 18 de noviembre de 2008

Mi iPod dice: Too Many People

De unos días a la fecha, la función de reproducción aleatoria de mi iPod ha venido sorprendiéndome. Es posible que esta capacidad "proyectiva" del endemoniado reproductor no sea nueva, pero como no acostumbraba utilizar este modo azaroso de pasar la música, está resultando para mí un descubrimiento.

Resulta que en estos días, contra mi costumbre de reproducir siempre mi música por álbum, artista o de plano siguiendo alguna de las decenas de listas de reproducción, he estado dándole oportunidad de decidir "voluntariamente" qué quiere el aparatejo que escuchen mis oídos. Y me he llevado grandes sorpresas: desde escuchar la canción menos esperada en el momento más indicado, hasta auténticamente descubrir cosas que no tenía idea que estuvieran cargadas en la memoria del dispositivo.

Así, he decidido inaugurar una sección en este blog con el nombre de "Mi iPod dice...". Bueno, no sé, al menos por ahora ése es el nombre que se me ocurre. Ya dirás si se te ocurre algo más original. 

En esta primera entrega de mi iPod dice, una canción de los Pet Shop Boys que, de acuerdo con el contador de reproducciones del iTunes, no había sido reproducida nunca en mi lap ni en mi iPod desde que ambos aparatos coexisten, es decir, hace casi tres años. Eso no quiere decir que me resulte una canción nueva. El CD tiene más de diez años en mi poder y la he escuchado muchas veces en el pasado. Pero ciertamente hacía mucho que no. Y de pronto, en medio de tantas divagaciones y exploraciones interiores, que me han llevado a recordar lo que hace unos meses escribía aquí mismo sobre Jekyll y Hyde, escucho:
I sometimes think that I'm too many people
Too many people, too many people
I sometimes think that I'm too many people
Too many people, too many people at once
[...]
The question of identity is one that's always haunted me
Whoever I decide to be depends on who is with me
En estos días, viendo algunas fotos de los últimos tres años, me quedaba pensando que, acorde con ese desastre de personalidades interiores, está en perfecta congruencia con la inestabilidad de mi apariencia física, que puede variar de un día a otro, según amanezco con ganas de tener pelo o no, tener barba completa, de candado o rasurarme por completo; parecer hippie o sibarita... El caso es que, aunque corro el riesgo de parecer un ególatra o narcisista, decidí dedicar un rato a editar un pequeño video con esa canción. Total, éste blog es mi espacio y con él hago lo que me dé la gana, ¿o no?

lunes, 17 de noviembre de 2008

Una noche en el teatro

Anoche tuve la oportunidad de hacer un emocionante viaje de destinos múltiples. Me llevó a una florería en la que una planta se alimentaba de sangre y llevaba a cabo sus planes de conquista de la Tierra. Me llevó también a ese fascinante mundo del teatro, en el que uno puede reír, llorar y reflexionar a gustísimo, según las condiciones de la obra y, sobre todo, según el ánimo de uno mismo. Me llevó al pasado, pues sobre el escenario trabajaba quien fue uno de mis mejores amigos durante la licenciatura, y verlo con tanto entusiasmo y entrega no pudo sino llevarme a aquellos días en que juntos compartimos varios sueños. Y llego así al otro destino, el más sorprendente, y el más inesperado también: mis propios sueños. 

Pero, vayamos en orden. De este amigo yo no volví a saber nada una vez que salimos de la universidad (nueve años atrás). Y resulta que hace unos meses, una serie de cruces tecnológicos a través del Facebook me llevaron a encontrarme con él en Barcelona, donde lleva viviendo ya varios años, conservando y potenciando su amor por el canto, el baile y el teatro. Nos vimos para cenar y tuvimos oportunidad de recuperar una que otra historia del pasado, del presente y del futuro. Poco después regresé a México y luego regresé a Barcelona. Y hace unos días supe de la presentación del proyecto en que él venía trabajando: La botiga dels horrors (Little Shop of Horrors)

Sobre la obra, bastará decir que pasé un par de horas maravillosas contemplando el trabajo de todos. Sin duda lo que más me emocionó fue ver a quien fue mi gran amigo, trabajando por sus sueños. Actuando, cantando, bailando y dirigiendo estupendamente. Pensar que hace más de diez años éramos unos chavales entrando a los veinte años, soñando y trabajando juntos en un proyecto que resultó inolvidable, me puso inevitablemente nostálgico. Fue un recordatorio de algunos de esos sueños de antaño, esos que uno archiva ante la avalancha del presente y a los que vuelve por casualidades de vez en cuando. Con un poco de melancolía, ¿por qué no?

Hechos como éste, y otros que se han venido conjuntando recientemente, me tienen particularmente reflexivo. Meditabundo. Nostálgico. Cuestionándome un poco sobre mí, sobre lo que he hecho al día de hoy y sobre lo que he dejado de hacer. Evaluando a qué responde lo mucho o lo poco que he logrado hasta ahora. Interrogándome sobre si eso, poco o mucho, tiene algo que ver con lo que alguna vez he soñado.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Aristeo

Suele decirse que la vida es como una montaña rusa, con sus subidas y sus bajadas. La metáfora funciona en ese sentido, pero se agota cuando observamos que en la montaña rusa uno termina siempre en el mismo lugar en el que empezó. Y aunque del polvo venimos y al polvo hemos de ir, cierto es que no nos bajaremos del carrito en la misma estación en la que lo abordamos. 

En estos días de crisis financiera mundial y de tanto escuchar y leer a los "especialistas" hablando del ir y venir de las bolsas, observo que una metáfora de la vida que puede ser más eficaz es justamente la de los mercados financieros –o al menos la teoría que los respalda–. Sin afán de entrar en debates sobre visiones económicas, recurro a esta imagen porque, al menos siguiendo la tradición liberal, se espera que a largo plazo su tendencia natural sea siempre a la alza. Esto no impide que se den periodos de caídas más o menos pronunciadas, aunque la teoría marca que tarde o temprano se terminan recuperando. También eso explicaría que tras un periodo significativo de alzas –de alegrías, en el símil que vengo proponiendo– aparezcan momentos de lo que los "expertos" llaman "toma de utilidades", lo cual se refleja en bajones compensatorios –y que equivaldrían a esas tristezas que irrumpen en medio de las dichas–. 

Así las cosas, si la metáfora que sugiero aplicara al cien por ciento, habría razones para temer a los periodos de excesiva felicidad, pues tarde o temprano toparían con alguna frontera que conduciría a una irremediable y dura caída. Y más todavía: cuando esos lapsos de reacciones a la alza, están respaldados sólo por la especulación, ya se podrá imaginar uno las dimensiones de la posible crisis que siga.

Lo dicho en los tres párrafos anteriores no es lo que había pensado publicar hoy originalmente. De hecho, a lo largo de la jornada varias ideas estuvieron pugnando por un lugar en este espacio. Al final, fueron tantas y tan variadas que no encontré forma de ligarlas y armar una entrada coherente. En medio de mis tribulaciones, reapareció esta metáfora de los mercados, que hace poco compartía a través de mis comentarios en otro blog. Y al final no me pareció tan descabellado desarrollarlo un poco más, sobre todo en días como hoy, de sentimientos tan encontrados. 

Digamos que hoy fue un día de muchas altas y bajas en mi mercado emocional. Por el peso que tiene en el balance final, decido compartir uno de los temas difíciles, esperando mañana hablar de algunos de los que reportaron alzas.

Hoy recibí la noticia de la muerte de un alumno del colegio para el que trabajo en México. A decir verdad, fue sólo la confirmación de algo que ya anoche se me anunciaba como inminente. Aristeo era un chico de los que uno suele decir de inmediato que "tiene ángel". Hace una semana él y otros compañeros sufrieron un lamentable accidente automovilístico. Aristeo resultó el peor librado y, después de una difícil semana, finalmente se nos adelantó. 

Vienen días complicados para todos en la escuela. A través del grupo que chicos cercanos a él promovieron esta semana en Facebook pude dar seguimiento a algunas muestras de cariño que evidencian lo difícil que será para ellos. A través del chat y de algunas llamadas, he confirmado estas impresiones y he percibido también la afectación que pesa sobre algunos colegas queridos. 

Pero para todos nosotros, la vida debe seguir adelante. Porque estoy seguro que Aristeo no nos perdonaría estancarnos en el sufrimiento.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Otra Noche Mexicana

Anoche hicimos una pequeña cena mexicana aquí en casa, como inicio de la inevitable despedida. Esta vez no hay fotos, así que habrás de confiar en las palabras de quien escribe cuando describe sus creaciones culinarias para tan especial noche.

De entrada, el mítico guacamole. Pa' afilar el diente, tinga y mole verde. Y claro, la joya de la corona: mole de Oaxaca. Esta vez pa' facilitar que todos pudiéramos probar todo, compré una harina colombiana de maíz blanco y preparé unas pellizcadas o sopes, de modo que nos sirvieran pa' degustar los guisados. La falta de tiempo me impidió preparar suficientes, así que se completó el asunto con unas tortillas de harina, que se venden por acá pa' preparar los burritos (que muchos creen son nuestro alimento más típico). Marian y Anina se apuntaron con las Coronitas pa' rematar el toque "mejicano". Lucho preparó pa' el postre una tarta de queso y trajo helado. Y claro, la noche no hubiese sido suficientemente mexicana si Meri no se hubiera esmerado en asegurarse de que contáramos con todo lo necesario pa' preparar las ya tradicionales "Margaritas" de Ernesto.

Como siempre, compartir el tiempo y el espacio con esta gente ha sido excelente. Cierto que gozo escucharles disfrutar de la gastronomía de mi patria, aunque sea en la humilde versión de este exiliado-voluntario-temporal. Pero gozo más celebrar con ellos parte de mi propia transformación, parte de la construcción que he venido a vivir a orillas del Mediterráneo. Con ellos, celebro que el destino nos haya permitido coincidir en estas tierras catalanas. Evidentemente ya no fue este año, pero espero no pase mucho tiempo para cumplir mi intención de recorrer el norte de España y visitar la tierra de mis amigos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Eternidad

Cambia.
Dijo el sol a la luna,
no te puedes quedar.
Cambiad.
Dice la luna a las aguas,
todo fluye.

Kathleen Raine

Esta tarde se marchó la adorada Tía Coccinelle para terminar una etapa de su viaje y comenzar una nueva. A estas horas, después de atravesar los Pirineos, está ya en la Ciudad Luz. Aquí, el silencio de la habitación es tan extraño. Pero resuenan su sonrisa y sus palabras. Y vaya que compartimos palabras durante estos quince días.

Camino del aeropuerto a mi habitación, fue imposible no sentir un profundo huequito ante el tamaño de la ausencia. Pero quedan tantas cosas, pequeña. Dices que te enseñé "un montón de verdades". Sin duda un mérito que no me corresponde. Si acaso habré dado un ligero empujón. Ligerísimo, si lo comparo con el huracán de aprendizajes que detonaste en mí. 

Sabes que mis silencios están llenos de agradecimiento y amor. 

Allá vas, emprendiendo un nuevo vuelo que sin duda será hermoso, más allá de los reflejos que tenga y que alguno que otro, por más amor que sienta, no logre siempre comprender. Yo aquí, sigo en el destierro de mis propios fantasmas y ejercito las alas para elevarme un día. Y ser eternidad. 

En cuanto asomó el sol... primera parada en el mar:

Una de esas escapadas a caminar en la playa... cielo y mar revueltos... una belleza:

El fin de semana, en Montjuïc; la mitad del cielo absolutamente cerrado, la otra mitad con un despejado al cien:

Desde el mismo punto donde se capturó la imagen anterior, esta belleza: mar y cielo se confunden:

En el Parc de Diagonal Mar... Nuestro parque venido del futuro:

¡Por fin una tortilla española que no se me desparramó! (Ustedes perdonarán la pinta de modorro en pijama.)

Entre los muchos desayunos que nos preparamos, unos chilaquiles pa' recordar el sabor a México:

De las tres o cuatro comidas fuera, las delicias de Etiopía:

Pa' que no digan allá en México que no estoy comiendo bien. Esta fue la de ayer: ensalada, verduras cocidas, polenta y un quiche de champiñones. Uf!!!

martes, 11 de noviembre de 2008

Y hablando del paso del tiempo...

Imagen captada el fin de semana en México y recibida en mi bandeja de correo hace unos minutos.

¡Dios santo! ¡Crece a toda velocidad! ¡Hace poco más de dos meses vi por última vez al pequeño sobrino y no puedo imaginar qué me voy a encontrar en un par de semanas!

Y hablando de un par de semanas, tengo que meterle ganas acá a las cosas, porque me queda poco tiempo y una inmensidad de cosas por hacer. Por hoy, ha sido suficiente.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Dos semanas

Like as the waves make towards the pebbled shore,
so do our minutes hasten to their end,
each changing place with that which goes before
in sequent toil all forwards do contend.

Del Soneto LX de William Shakespeare
En Understanding Media, en el apartado dedicado a los relojes, Marshall McLuhan describe cómo la alfabetización de Occidente hizo posible "nuestro sentir del tiempo como duración", definido a partir de algo que se da entre dos puntos: 
De la división del tiempo en unidades uniformes y visibles proviene nuestro sentido de la duración y nuestra impaciencia cuando no podemos aguantar la demora entre acontecimientos.
O viceversa: cuando por diversos motivos se vuelve difícil sobrellevar la extinción del lapso que separa dos de esos puntos.

No había querido enfrentarlo pero, parafraseando a Shakespeare, los minutos se están precipitando como olas. Busco la forma de concebir el tiempo de otra manera; renunciar a esta visión trágica del tiempo. 

Escribe McLuhan que las velocidades instantáneas, descubrimiento propio de la edad electrónica, "suprimen el tiempo y el espacio y devuelven al hombre a una conciencia integral y primitiva". Estoy convencido de lo primero, pero la experiencia me obliga a diferir claramente en lo segundo.

Así, incapaz de desprenderme de la fatalidad del tiempo, comienzo nuevamente la cuenta regresiva. Con inmensa alegría. Con inmensa nostalgia. Con inmensas inquietudes. Con inmensa esperanza.

Dos semanas.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Inspiración sin conciencia ecológica

Hoy me di cuenta de que mi inspiración tiene poca –si no es que casi nula– conciencia ecológica. 

Hace tiempo tengo claro que las grandes ideas relacionadas con mis proyectos, las soluciones a muchos dilemas cotidianos, las respuestas a múltiples interrogantes existenciales, las posibilidades ocultas en tantos asuntos cotidianos propios y ajenos, se me revelan con inmensa frecuencia mientras me ducho. En días como éstos, en que la inspiración parece fluir con peculiar fuerza, la ducha corre el riesgo de prolongarse indefinidamente. Más me vale bajar la temperatura del chorro para evitar quedarme bajo el agua por horas, e impedir eldespilfarro tanto de gas como del vital líquido. 

De estas implicaciones ecológicas de mi inspiración me percaté esta mañana. Mientras me duchaba.

Apunte. Hasta hace poco me costaba trabajo utilizar la palabra ducha, así como las respectivas conjugaciones de duchar. No sé, me causaba gracia; es una palabra que no termina de gustarme. Sin embargo, ahora cuando uso la palabra regaderazo –que la Real Academia acepta como modismo mexicano– pienso inevitablemente en la acción de golpearse con una regadera. 

viernes, 7 de noviembre de 2008

Atención y serenidad (...y un envío especial)

Ayer, a casi un mes de mi llegada a la cima, volví a la montaña. Esta vez acompañado de la pequeña Tía Coccinelle. Visitamos a la Virgen de Montserrat. Contemplamos el milagro de las rocas, los árboles y el viento. Estuvimos una hora en la cima. Buena parte del trayecto y la estancia, fueron en silencio, atendiendo, escuchando. Personalmente, comprobé una vez más que para encontrar respuestas es necesario mantener abiertos los sentidos y el alma serena. Tuve también oportunidad de pedir un poco de luz y serenidad para tantos que quiero y que por muchas razones andan pasando ratos complicados o atraviesan días oscuros. 

Admito que en los últimos días he abusado un poco de las palabras. Así que dejo aquí el texto y comparto un poco de silencio, acompañado por algunas imágenes de la caminata.










Envío. Parte de mi oración estuvo dedicada a ti, mamá. Hoy, desde las orillas del Mediterráneo, te abrazamos J. y yo con mucho amor en tu cumpleaños. Gracias por tu amor y, sobre todo, por tu comprensión que en mucho sobrepasa lo que uno esperaría de cualquier madre. Tienes unos hijos peculiares, cuyas debilidades no son responsabilidad tuya. Al contrario: conscientes de nuestras carencias y de tus virtudes y las de papá, fue que elegimos esta familia. Cierto que algunas veces más que otras, y más a unos que a otros, nos cuesta trabajo compartir lo que llevamos dentro. Pero sabes bien que eso es accidental: cada día tengo más claro que para compartir lo esencial no hacen falta las palabras. ¡Felicidades ma!

jueves, 6 de noviembre de 2008

Igual, pero diferente

«¡Que no, Juan Antonio! ¡Que no me fío de ella! 
¡No tiene los ojos de un solo color!»

María Elena (Penélope Cruz) a Juan Antonio (Javier Bardem), 
hablando de Cristina (Scarlett Johansson)

El genio de Woody Allen

Siempre me ha maravillado la capacidad de Woody Allen para mantener su rigurosa costumbre de filmar una película por año. Me parece ridículo esperar que todas ellas sean sublimes o excelentes. Siempre será posible que unas resulten mejores que otras, como que algunas representen un aparente retroceso en su genialidad. Y eso, me parece, no le resta mérito alguno a su trayectoria. (Así pasa, me parece, con cualquier pintor, músico o escritor: la consistencia absoluta o la evolución siempre constante son tan improbables como la perfección en cualquiera de ellos.)

Lo cierto es que las cintas de Allen suelen generar reacciones extremas: atrapar o producir repudio, pero difícilmente mantienen indiferente al espectador. El caso es que a mí siempre me han atrapado. Hasta sus ejercicios más tremendamente repetitivos (Scoop, por ejemplo) como sus apuestas más pretenciosas (como Celebrity o Melinda y Melinda) me han parecido más que rescatables a lado de tanta película irrelevante que suele plagar las carteleras.

Una de las cosas que más me cautivan de este neoyorquino, es su habilidad para oscilar –de una película a otra, o al interior de una misma– entre la hilaridad absoluta y la profunda reflexión existencial. Ejemplos abundan a través de sus cuarenta años como cineasta; entre mis favoritas: Annie Hall (1977), Manhattan (1979), Zelig (1983), The Purple Rose of Cairo (1985), Bullets over Broadway (1994), Mighty Aphrodite (1995). 

Mención aparte merecen para mí tres películas: Interiors (19978), Match Point (2005) y Cassandra’s Dream (2007). De impresionante magnetismo, el drama que acompaña a estas tres piezas logra una intensidad de impecable manufactura que estremece sin remedio. A este grupo de mis favoritas añado desde ya a Vicky Cristina Barcelona.

Guión + Actuación = WoW 

Esta nueva película me mantuvo riendo a carcajadas durante una hora y media (y ya se sabe que no suelo ser discreto cuando se trata de emocionarse en un cine). Pero, al mismo tiempo, Vicky Cristina Barcelona me estremeció con una intensidad similar a la de Interiors o Match Point, desencadenando una serie de reflexiones muy poderosas sobre el amor, las costumbres, nuestros imperativos morales, nuestros prejuicios, la complejidad de las relaciones humanas… En fin. La lista sería interminable. Como es costumbre, Woody Allen logra esto a través de una perfecta combinación: un guión impecable y un trabajo actoral de primerísimo nivel.

La historia es imposible de sintetizar, pero para dar una idea general diré que: Vicky y Cristina, dos íntimas amigas radicalmente distintas en sus formas de enfrentar la vida, hacen un viaje de verano a Barcelona. La primera, sensatamente racional; la segunda, atrevidamente emocional. En cosa de unas horas, terminarán inmersas en una vorágine de líos amorosos, sensuales y sexuales, acompañadas de Juan Antonio, un pintor apasionado.

Resulta extraordinario cómo puede uno pasar 90 minutos sin parar de reír cuando en la pantalla no sucede nada gracioso. (¿Serán puras risas nerviosas?) Para que no quede duda de que todo cuanto atestiguamos es poderosamente dramático, cuando no trágico, el único momento en que un personaje decide contar un chiste, escuchamos sólo la primera frase y el audio se disuelve para impedirnos oír y reír de semejante trivialidad.

El trabajo de los actores no tiene mancha. (Se dirá que exagero; es verdad que soy fácil de complacer en gustos cinematográficos, pero estos adjetivos los uso con rara frecuencia.) Woody Allen se ha caracterizado por hacer que sus actores –y sobre todo sus actrices– brillen con fuerza poco común. En este caso, Javier Bardem corrobora su enormidad; podrá decirse en su contra que el personaje está hecho a su medida. Quizá sea cierto, como también lo están en buena medida los personajes de Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Penélope Cruz. Pero eso les da mayor mérito, pues la forma en que se desprenden de sí mismos para ser esos otros que tanto se les pueden parecer resulta de una intensidad poco común. (Penélope Cruz tiene todo para sumarse a la lista de actrices de soporte que han sido nominadas al Óscar por su trabajo con Allen.)

Ernesto Bernardo Barcelona

Una de las cosas que pronto me invadió viendo la película fue un «¿qué diablos tiene esta ciudad?». En algún momento Woody Allen declaró: «Una historia así sólo podía ocurrir en París o Barcelona». Tengo mis dudas. Quizá sea cierto para la primera mitad de la película. Pero a partir de la aparición de Penélope Cruz a cuadro, París queda absolutamente descartada.

Lo cierto es que Vicky y Cristina terminan sus vacaciones y vuelven a casa. Igual que como llegaron. Pero diferentes. Pensé tanto en mí. Evidentemente ni de lejos estos meses han tenido semejanzas con la intensidad de esos 90 minutos. Pero sí que es verdad que hace doce meses Ernesto y Bernardo (dos de mis incongruentes ciudadanos: uno sensato, el otro visceral) llegaron a Barcelona. En unas semanas estarán regresando a México. Igual que como llegaron. Pero diferentes.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Política y Poesía

La «cosa-pública» es una de mis debilidades: uno de esos intereses que pesan poderosamente en mi vida, aunque no he tenido la oportunidad de explorarla y profundizar en ella como quisiera. Quizá por eso no acostumbro hablar de política, aunque soy capaz de pasar horas aprendiendo y divagando sobre ella. En particular, salvo por conexiones muy sutiles y necesarias, he evitado usar este medio para hablar de política. Pero hoy me resulta inevitable romper esa regla. Parecerá un lugar común. (¡Y no sé qué tenga de malo eso!) Desde hace horas, seguramente, en miles y miles de páginas como ésta se están publicando entradas que hablan del tema. 

Es sabido que la elección que ayer culminó en los Estados Unidos de América, ha sido acompañada por la mirada del mundo entero desde las campañas internas de los partidos. Desde esa temprana hora, como millones de quienes fueron teniendo la oportunidad de escuchar a través de algún medio la voz de quien será el próximo presidente de aquella nación, sentí una emoción muy particular ante sus palabras. Me parecía evidente -como a millones de personas, es claro- que la inspiración de aquel sujeto no apelaba a la razón: se dirigía a fibras más profundas en nuestros tejidos. (Algunos dirán que se trata de fibras de menor valor, cuando lo que cuenta es sólo la razón. Difiero por completo.) Con el tiempo la poderosa herramienta de su "credo" empezó a generar un efecto en cadena como pocos se han visto en nuestros tiempos. ¿Como ignorar que la "poesía" que imprimió a su discurso hizo posible convertir una arenga en canción

Cierto que mucho hay de construcción en ese discurso; cierto es también que la estrategia de comunicación fue impecable y precisa en todo momento para acompañar sus palabras; cierto que la tecnología jugó un papel fundamental para alcanzar nuevos votantes. Pero todo eso funcionó al grado que funcionó, me parece, por una razón muy sencilla: la gente necesitaba esa "poesía" y este hombre ha sido capaz de ofrecerla. 

En un mundo convulsionado, donde la racionalidad y el individualismo extremo nos tienen en la lona y con la cuenta atrás, escuchar una palabra inspirada parece música. Cierto. El mundo es gobernado ya por intereses que rebasan a las figuras particulares. Pero cierto es también que un pueblo con inspiración es capaz de moverse, de transformarse. En su discurso de hace unas horas, el candidato electo dice a sus seguidores, palabras más palabras menos: «No tomará un año, posiblemente no nos tomará ni siquiera una administración, pero lo lograremos». Puede que ni siquiera un segundo periodo sea suficiente para cumplir ciertos sueños del pueblo americano (que queramos o no terminan incidiendo en los sueños del mundo entero, sujeto tantas veces a sus caprichos y vaivenes). Pero si ese pueblo -como también todos en lo nuestro– es capaz de creer auténticamente en sí mismo y en sus posibilidades, el mundo puede ser otro. 

El discurso de Barak Obama celebrando su victoria anoche, evidentemente, no tiene un segundo de desperdicio.


Watch CBS Videos Online

Adenda. El discurso del senador McCain admitiendo su derrota también es digno de ser escuchado: por su caballerosidad, su humildad; por la elegancia que refleja su llamado de unidad.

Al margen. Hoy planeaba publicar mi reseña sobre Vicky Cristina Barcelona, pero es evidente que me ganó el entusiasmo ante el discurso de Obama. Será mañana.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Epitafio

La fecha señalada por la convocatoria era el domingo. Mi compromiso había sido cumplir el reto ayer lunes. Y aunque la fecha en la entrada marca 3 de noviembre, para mí es ya martes 4. Y aquí estoy, librando algunas dificultades para sacar esto adelante. Y no por falta de inspiración, sino porque al postergar la publicación de mi propuesta de epitafio, abrí la puerta a que se acumularan cosas y, dado el vaivén de ideas que ya más o menos se me conoce, ando medio atorado con eso. Y para colmo, mi red colapsó después de la una de la mañana que estaba ya casi listo, pero parece que el asunto está resuelto después de unas horas. Aquí va, pues.

Al comenzar a imaginar frases y palabras para el dichoso epitafio, me enfrenté a una enorme dificultad. En general, entiendo la idea del epitafio como aquello que me gustaría ver sobre la lápida en función del proyecto de vida a largo plazo que uno se va trazando; una frase que sintetiza nuestros anhelos sobre el futuro visto a través de los ojos de nuestro presente. Cuando el proyecto a largo plazo no es tan claro o tan preciso, el ejercicio empieza a complicarse. Se corre el riesgo de quedarse en un "fue feliz" con todas sus variaciones. ¡Y ese "fue feliz" no sería poca cosa! ¡Al contrario! Sin embargo, para efectos de este reto me parece evidentemente trivial.

El hecho es que mi incapacidad actual para tener claro un ideal definido sobre el futuro, me condujo a pensar un epitafio echando un vistazo hacia atrás. La pregunta que uno se hace en ese ejercicio es quizá más dura, más cercana: ¿que diría ese epitafio si tuviese que ser redactado hoy? La pregunta es sencilla en cuanto a la posibilidad que todos tenemos de, con mayor o menor detalle, hacer un recuento de lo vivido. Al menos en teoría. Pues el futuro es incierto mientras que el pasado ya ha sido –y si alguno tuviese duda, no le será difícil hallar marcas que ha dan suficiente cuenta de ello–.

Me arriesgo a elaborar este epitafio siguiendo la segunda idea, a la luz del 3 de noviembre de 2008:
Aquí yacen los restos de un hombre que se llevó consigo infinidad de deudas. Un hombre que recibió mucho y no siempre supo agradecerlo. Un hombre que fue sin duda amado por muchos y no siempre supo mostrar su amor. Un hombre al que le fueron dados numerosos dones y no siempre supo aprovecharlos. Pero que, pese a sus evidentes imperfecciones, se esmeró cada día por ser feliz a través de la felicidad de aquellos que lo amaron y aquellos a quienes amó sin importar si eran necesariamente los mismos. Y por ello hoy es posible decir que descansa en paz. Quienes le conocieron en esta vida, saben que aún estando en la siguiente no cesará de buscar el modo de pagar cuanto aún deba.

PD. La imagen sobre estas líneas muestra el altar que improvisamos mi hermana y yo en el escritorio de mi habitación. Durante su travesía, ella ha llevado consigo algunos objetos de la abuela (unos dedales y un pañuelo) que hemos aprovechado para dedicarle nuestra ofrenda. Hemos puesto algo de la comida mexicana que todavía me queda en las reservas. Las calaveras fueron una locura, jaja. La "parejita" la dibujó ella sobre cartón. La de la derecha está hecha por su servidor en uno de esos arranques de creatividad, utilizando lo primero que se me atravesó: una fibra-esponja para lavar trastes, jajaja.

PD2. Parte del retraso en la publicación de esta entrada radica en que esta noche, acompañado de la Tía Coccinelle y aprovechando que el lunes es día del espectador en los Verdi (algo así como el cine-miércoles mexicano), me lancé ¡por fin! a ver VickyCristinaBarcelona, la película más reciente de Woody Allen. No exagero si digo que salí cautivado. No paré de reír, de emocionarme, de divagar, de volar, de confrontarme... caray... simplemente no me esperaba el nivel de genialidad que me encontré. Definitivamente al cineasta neoyorquino le sientan muy bien los aires europeos. Como uno de los seres trasformados y trastocados por esta ciudad, estoy obligado a un comentario más extenso sobre la peli. Lo tendré listo en la semana. Por lo pronto, estoy obligado a decir una cosa: ¡Woody Allen es graaaande!

domingo, 2 de noviembre de 2008

Calavera literaria bloguera

Siguiendo con los desafío de la Semana Mortuoria, llega momento de la tradicional calaverita. Éste era, sin duda, el reto que más me entusiasmaba. Se trata de una tradición que adoro y que he buscado emular en diferentes épocas de mi vida: calaveras para los profesores en la prepa, para mis colegas en la universidad, para los compañeros del trabajo, y una que otra por aquí y por allá en el ámbito familiar. Las indicaciones invitaban a escribir una calavera sobre uno mismo o sobre el propio blog. Aquí va mi intento.

También de este lado del charco
la Huesuda tiene alcance; 
así lo muestra el percance
que aquí mismo les relato.

La Parca llegó a Barcelona
una fría madrugada
de negro toda ataviada
buscando a una persona.

Su nombre, dicen, fue Ernesto:
jovenzuelo mexicano
que estudiaba el doctorado
sin esperar nada de esto.

Lo halló la Flaca
blogueando
a altas horas de la noche;
de palabras un derroche,
de emoción hecho un fandango.

“¿Te crees muy inspiradito?”,
le dijo ella amenazante.
Y el Ernesto, desafiante:
“Dame cinco minutitos.”

“¿Pa’ qué quieres ya más tiempo?”,
inquirió la del tul negro.
“Nomás mando unos correos”,
respondió fresco el
bloguero.

Sorprendida de oír aquello,
Entre ingenuo e insolente,
la Calaca fue clemente:
“No me muevo, aquí te espero.”

Cinco minutos tardó:
no sólo mails había enviado,
también había programado
cientos de entradas al blog.

Siendo de aquello testigo,
la Catrina urdió un plan:
le ofrecería en el
Mictlán
un trabajo a nuestro amigo.

Así pues, no quepa duda:
a Ernesto siguen leyendo
vivos y muertos, no miento,
en el
blog de la Huesuda.

Apunte. Me quiero anotar también con el epitafio. Pero, violentando un poco las reglas propuestas, lo dejaré para mañana.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Para mi ofrenda

Respondiendo a la convocatoria lanzada por Jacka y Pichigato, presento a ustedes los elementos que habrían de considerarse en una ofrenda de muertos el día que la Calaca decida venir por su servilleta. [Quienes no son mexicanos o no están familiarizados con esta peculiar tradición, posiblemente encuentre las entradas que publicaré en estos días un tanto macabras. Para hacerse una idea general acerca de la conmemoración del Día de Muertos en México, pueden visitar el texto que le dedican de los wikipédicos y los enlaces que ellos mismos ofrecen al final de su artículo.]

Cabe señalar que la relación que aquí se expone es meramente enunciativa y no limitativa, por lo que aquellos involucrados en el montaje estarán, por supuesto, en la libertad de agregar todo aquello que consideren pueda ser del interés o agrado del espíritu de quien suscribe estas líneas. Vamos pues a las propuestas:


Para empezar, un buen arroz a la mexicana...











Unos panuchos del mero Yucatán...











No pueden faltar unos... ¡ricooooos tamaleeeeees oaxaqueñoooos....!







Quesillo de Oaxaca por favorrrrr...









Pa' poder pasarme todo eso hará falta una fría agua de jamaica... (con poca azúcar por favor... que sepa la méndiga flor y no a puro jarabe, ¿va?)






El imperdible pan de muerto... Si no lo incluyen, palabra que en las noches ¡les jalo las patas mientras duermen!









Y bueno, para acompañar y chopear el pan de muerto, el vaso de leche bieeeeen fría...









Harto pero harto chocolate... En vida no puedo abusar de él pero, una vez del otro lado, no escatimen en ello, ¿vale?








Para animar el asunto, un iPod o lo que se use en ese momento para reproducir mucha música, la que quieran. Nomás que no dominen las muy tristes, por fa: se supone que es fiesta de difuntos.








A los elementos listados habría que añadir, por supuesto, algunas cuestiones que el protocolo señala puntualmente: las flores de cempasúchil pa' que no me pierda (ya ven que en México uno no puede confiar en la señalización ni en las buenas intenciones de quienes gustan de dar indicaciones) y las calaveritas de azúcar (y de paso unas cuantas de chocolate y otras tantas de amaranto). Sobre la foto, pues ya los involucrados en el altar decidirán... confío en su buen tino. Ya si de plano la riegan y ponen una que de plano no me favorezca, ni se preocupen, se los haré saber. 

Apunte. La convocatoria de la Semana Mortuoria incluía para hoy una entrada dedicada a un contacto con el más allá. Por más que lo pienso no logro evocar ninguno. Para mañana la idea es compartir una calaverita y un epitafio. Me había comprometido con dos de los cuatro retos lanzados. Pero en una de esas, mañana amanezco inspirado y cumplo con las dos propuestas.