Anoche llegué de París. O mejor dicho, llegué de un París. Un París que no conocía. Quizá un París más porque no existe algo que sea París a secas. Y no es porque esta vez haya conocido barrios nuevos o haya comido en lugares distintos. Simplemente la experiencia concreta de esta visita me hizo interpretar la ciudad desde una mirada distinta. Una mirada aplicable para interpretar cualquier otra ciudad.
Pienso en París -o para el ejercicio, en cualquier otra ciudad- como en un espacio subjetivo, que no existe de una sola manera, sino que es sólo en la medida que uno, al estar ahí, le da significado. Cada día o cada experiencia específica de uno en la ciudad es un punto, discontinuo, concreto, acotado por el clima, la compañía, la historia que lo ha llevado a uno hasta ahí, lo que se dice del lugar, lo que se ha visto en fotos, libros o películas. Con todo eso construimos una experiencia que la memoria registra con el nombre de la ciudad y queda ahí, almacenado, listo para ser evocado cuando se escuche o se lea su nombre.
Cuando uno tiene ocasión de volver, la nueva experiencia se integrará como un nuevo punto en la línea. Mientras más cerca esté del anterior (no sólo cronológicamente, sino en términos de ese contexto que le acotaba), dará la impresión de que, más que añadirse un nuevo punto, simplemente parte de la línea que representa dicha ciudad se alarga.
Así, mi idea de Ciudad de México es claramente una gráfica quasi continua, apenas interrumpida por uno que otro viaje o, en este caso, por los meses que llevo en este lado del océano. En el mismo sentido, mi concepto de Barcelona es distinto del que tenía hace seis meses, pero en cierto modo no ha sido más que la extensión, paulatinamente refinada, de un primer punto. La proximidad temporal y contextual que circunda la experiencia le hace semejar una línea continua. Y a pesar de ello, es claro que mi Ciudad de México y mi Barcelona no son las mismas de cualquier otro visitante.
Y sucede que algunas ciudades, pese a su aparente estabilidad, de pronto se revelan distintas. Un detalle las transforma. Una idea hace que el nuevo punto aparezca más distante del anterior, al grado que relatar dos encuentros de uno mismo con ella misma pueden derivar en narraciones de dos ciudades. Así las cosas, retomo lo que decía al inicio:
Anoche llegué de un París, o quizá incluso vengo de haber recorrido varios en cuatro días. Dejo para los próximos días ir narrando mi sentir sobre algunos de ellos.
Por lo pronto, baste decir que estoy de regreso. Y con mucho trabajo, así que a darle.
Aviso Importante
A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!
domingo, 27 de abril de 2008
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3 comentarios:
me encató este post!
me recordó un pasaje de un libro de hhard y negri...el el que dicen que no existe hoy por hoy "una" África...
existen varias.
bueno, es muy locura lo que tengo en la cabeza, mejor solo te dejo un beso.
me encató!
Gracias por tu comentario. Locuras las que tenemos todos. Y lo genial es que aquí andamos soltándolas y compartiéndolas, con más o con menos palabras. Saludos hasta el Sur que sin duda SÍ existe, aunque no dudo que sea en muchas maneras.
Supongo el calor me trae atontejado o probablemente sea medio tontejo de repente pero no entendí muy bien lo que has escrito. Lo que sí es un hecho es que es algo tuyo y que nos compartes y mejor aún, está como siempre, muy bien escrito, y más allá de eso, está estéticamente bueno; aunque leyendo la segunda parte logro entenderlo mejor, supongo que YO aveces tampoco existo (debería aplicar eso del: pienso luego existo)jajaja..pero guapete no me hagas mucho caso, como decimos los mexicanos: "solo pasaba a saludar"... Juan Pablo
P.S. me quede esperando mi vinito (aunque fuese virtual, q codo)
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