En la década de 1970, el escritor Italo Calvino visitó Oaxaca y, como parte de su recorrido, hizo la obligada parada en Santa María del Tule. Quiso el azar -a través de un libro estratégicamente ubicado por mi madre en su refugio- poner a mi alcance algunas de las líneas que el célebre italiano dedicó al portentoso ahuehuete del pueblo, cuyo tronco hoy tiene ya más de 36 metros de circunferencia. Gracias al citado libro y al internet, he estado recuperando algunos fragmentos de la crónica de Calvino y descubriendo otros. La frase que me conmocionó es la que cierra el epígrafe de esta entrada. La leo una y otra vez. Y me da para mucho. No sé si a ti te diga algo, pero a mí, tras contemplar una vez más el imponente árbol del Tule, me estremece, me emociona."De los codos y rodillas de ramas que sobrevivieron al derrumbe de épocas remotas, continúan separándose ramas secundarias anquilosadas en una incómoda gesticulación. Nudos y heridas han seguido dilatándose, proliferando unos en excrecencias y concreciones, protuberando los otros con sus bordes desgarrados, imponiendo su singularidad como el sol en torno al cual irradian las generaciones de células. Y sobre todo esto, espesada, encallecida, creciendo sobre sí misma, la continuidad de la corteza que revela toda su fatiga de piel decrépita y al mismo tiempo la eternidad de aquello que ha alcanzado una condición tan poco viviente que ya no puede morir."Italo Calvino
Aviso Importante
A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!
martes, 25 de marzo de 2008
En Oaxaca (III)
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