Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

martes, 25 de marzo de 2008

En Oaxaca (III)

"De los codos y rodillas de ramas que sobrevivieron al derrumbe de épocas remotas, continúan separándose ramas secundarias anquilosadas en una incómoda gesticulación. Nudos y heridas han seguido dilatándose, proliferando unos en excrecencias y concreciones, protuberando los otros con sus bordes desgarrados, imponiendo su singularidad como el sol en torno al cual irradian las generaciones de células. Y sobre todo esto, espesada, encallecida, creciendo sobre sí misma, la continuidad de la corteza que revela toda su fatiga de piel decrépita y al mismo tiempo la eternidad de aquello que ha alcanzado una condición tan poco viviente que ya no puede morir." 
Italo Calvino
En la década de 1970, el escritor Italo Calvino visitó Oaxaca y, como parte de su recorrido, hizo la obligada parada en Santa María del Tule. Quiso el azar -a través de un libro estratégicamente ubicado por mi madre en su refugio- poner a mi alcance algunas de las líneas que el célebre italiano dedicó al portentoso ahuehuete del pueblo, cuyo tronco hoy tiene ya más de 36 metros de circunferencia. Gracias al citado libro y al internet, he estado recuperando algunos fragmentos de la crónica de Calvino y descubriendo otros. La frase que me conmocionó es la que cierra el epígrafe de esta entrada. La leo una y otra vez. Y me da para mucho. No sé si a ti te diga algo, pero a mí, tras contemplar una vez más el imponente árbol del Tule, me estremece, me emociona.

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