¡Qué lindas las venusinas!Absortas y enamoradas.¡Qué tristes las venusinas!Perdidas de su bandada.¡Qué lindas las venusinas!Horacio Ferrer
Quiero pensar que todos lo hemos sentido alguna vez. Puede ser cosa de segundos, un huequito. Un espacio que de pronto sentimos vacío; en general, diríamos que se ha perdido algo, aunque muchas veces tenga variantes, ya sea porque el vacío sea aparente o temporal, o bien porque siempre haya estado ahí y, en sentido estricto, no represente pérdida alguna.
Mas, si bien tiendo a creer que a todos nos invade en algún momento, también me parece que hay en quienes la nostalgia habita de fijo. Y para quienes acostumbran ahuyentarla, descubrir el rostro de quien vive instalado en ella es casi siempre una invitación a socorrerle y salvarle de su "tormento"... Cuesta entender - y explicar- que la nostalgia puede, pese a lo que aseguren los diccionarios, separarse de la tristeza. Y el temor ante la falta de comprensión lleva a algunos a intentar ocultar su nostalgia; pero lo cierto es que, sin importar cuán grandes sean los esfuerzos, algo en la mirada les delata, al menos frente a quienes saben lo que la nostalgia significa.
En su Canción de las venusinas (música de Piazzolla, por supuesto), cuenta el poeta Horacio Ferrer que, después de pasar cien días -con sus cien noches- en Buenos Aires, las venusinas volvieron camino a Venus. Pero,
Algunas se demoraron y anclaron en Buenos Aires
perdidas de su bandada.
Son esas mujeres hondas, calladas, tristes y raras
que habitan esta ciudad,
y fueron las que inventaron los tangos y la nostalgia.
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