Las fotos que publiqué en la entrada anterior, sin duda dejan ver una pequeña muestra de la belleza que encuentran nuestros visitantes. Pero el emocionante recorrido en Turibús deja también a la vista algunas de nuestras desgracias. Una me atrapó en particular: nuestro terrible cableado público. En los últimos meses me he acostumbrado a las calles con alambrados subterráneos -que no son exclusivas del primero mundo, claro; tengo en mente el imborrable caso del centro de la ciudad de Campeche, como muchas otras que en nuestro país han empezado su "transición"-.
En contraste con esas imágenes, el recorrido en el segundo nivel del Turibús, pone al viajero en contacto cercano no sólo con las ramas de uno que otro árbol, sino con la mismísima alta tensión. Más de un ocurrente ha ido dejando huella a lo largo del trayecto, lanzando al alambrado los audífonos que incluye el boleto, los cuales se unen al panorama que otrora incluía ya elementos tan sui géneris como los tradicionales zapatos colgantes.
Si bien muchos elementos kitsch se han convertido ya en parte de la estética de esta ciudad, valdría la pena pensarnos la forma de recuperar parte de su particular esplendor y renovar la expresión que usara tiempo atrás Alexander Von Humboldt, cuando se refirió a este valle como "la Ciudad de los Palacios".
1 comentario:
Esos cableados no son exclusivos del "tercer mundo" mi actual hogar en el pacifico norte es una verdadera telaraña.
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