Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

jueves, 6 de noviembre de 2008

Igual, pero diferente

«¡Que no, Juan Antonio! ¡Que no me fío de ella! 
¡No tiene los ojos de un solo color!»

María Elena (Penélope Cruz) a Juan Antonio (Javier Bardem), 
hablando de Cristina (Scarlett Johansson)

El genio de Woody Allen

Siempre me ha maravillado la capacidad de Woody Allen para mantener su rigurosa costumbre de filmar una película por año. Me parece ridículo esperar que todas ellas sean sublimes o excelentes. Siempre será posible que unas resulten mejores que otras, como que algunas representen un aparente retroceso en su genialidad. Y eso, me parece, no le resta mérito alguno a su trayectoria. (Así pasa, me parece, con cualquier pintor, músico o escritor: la consistencia absoluta o la evolución siempre constante son tan improbables como la perfección en cualquiera de ellos.)

Lo cierto es que las cintas de Allen suelen generar reacciones extremas: atrapar o producir repudio, pero difícilmente mantienen indiferente al espectador. El caso es que a mí siempre me han atrapado. Hasta sus ejercicios más tremendamente repetitivos (Scoop, por ejemplo) como sus apuestas más pretenciosas (como Celebrity o Melinda y Melinda) me han parecido más que rescatables a lado de tanta película irrelevante que suele plagar las carteleras.

Una de las cosas que más me cautivan de este neoyorquino, es su habilidad para oscilar –de una película a otra, o al interior de una misma– entre la hilaridad absoluta y la profunda reflexión existencial. Ejemplos abundan a través de sus cuarenta años como cineasta; entre mis favoritas: Annie Hall (1977), Manhattan (1979), Zelig (1983), The Purple Rose of Cairo (1985), Bullets over Broadway (1994), Mighty Aphrodite (1995). 

Mención aparte merecen para mí tres películas: Interiors (19978), Match Point (2005) y Cassandra’s Dream (2007). De impresionante magnetismo, el drama que acompaña a estas tres piezas logra una intensidad de impecable manufactura que estremece sin remedio. A este grupo de mis favoritas añado desde ya a Vicky Cristina Barcelona.

Guión + Actuación = WoW 

Esta nueva película me mantuvo riendo a carcajadas durante una hora y media (y ya se sabe que no suelo ser discreto cuando se trata de emocionarse en un cine). Pero, al mismo tiempo, Vicky Cristina Barcelona me estremeció con una intensidad similar a la de Interiors o Match Point, desencadenando una serie de reflexiones muy poderosas sobre el amor, las costumbres, nuestros imperativos morales, nuestros prejuicios, la complejidad de las relaciones humanas… En fin. La lista sería interminable. Como es costumbre, Woody Allen logra esto a través de una perfecta combinación: un guión impecable y un trabajo actoral de primerísimo nivel.

La historia es imposible de sintetizar, pero para dar una idea general diré que: Vicky y Cristina, dos íntimas amigas radicalmente distintas en sus formas de enfrentar la vida, hacen un viaje de verano a Barcelona. La primera, sensatamente racional; la segunda, atrevidamente emocional. En cosa de unas horas, terminarán inmersas en una vorágine de líos amorosos, sensuales y sexuales, acompañadas de Juan Antonio, un pintor apasionado.

Resulta extraordinario cómo puede uno pasar 90 minutos sin parar de reír cuando en la pantalla no sucede nada gracioso. (¿Serán puras risas nerviosas?) Para que no quede duda de que todo cuanto atestiguamos es poderosamente dramático, cuando no trágico, el único momento en que un personaje decide contar un chiste, escuchamos sólo la primera frase y el audio se disuelve para impedirnos oír y reír de semejante trivialidad.

El trabajo de los actores no tiene mancha. (Se dirá que exagero; es verdad que soy fácil de complacer en gustos cinematográficos, pero estos adjetivos los uso con rara frecuencia.) Woody Allen se ha caracterizado por hacer que sus actores –y sobre todo sus actrices– brillen con fuerza poco común. En este caso, Javier Bardem corrobora su enormidad; podrá decirse en su contra que el personaje está hecho a su medida. Quizá sea cierto, como también lo están en buena medida los personajes de Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Penélope Cruz. Pero eso les da mayor mérito, pues la forma en que se desprenden de sí mismos para ser esos otros que tanto se les pueden parecer resulta de una intensidad poco común. (Penélope Cruz tiene todo para sumarse a la lista de actrices de soporte que han sido nominadas al Óscar por su trabajo con Allen.)

Ernesto Bernardo Barcelona

Una de las cosas que pronto me invadió viendo la película fue un «¿qué diablos tiene esta ciudad?». En algún momento Woody Allen declaró: «Una historia así sólo podía ocurrir en París o Barcelona». Tengo mis dudas. Quizá sea cierto para la primera mitad de la película. Pero a partir de la aparición de Penélope Cruz a cuadro, París queda absolutamente descartada.

Lo cierto es que Vicky y Cristina terminan sus vacaciones y vuelven a casa. Igual que como llegaron. Pero diferentes. Pensé tanto en mí. Evidentemente ni de lejos estos meses han tenido semejanzas con la intensidad de esos 90 minutos. Pero sí que es verdad que hace doce meses Ernesto y Bernardo (dos de mis incongruentes ciudadanos: uno sensato, el otro visceral) llegaron a Barcelona. En unas semanas estarán regresando a México. Igual que como llegaron. Pero diferentes.

1 comentario:

La "Y" dijo...

Hijole Ernesto, creo que por lo que leí, la tengo que verrrr.
Y eso del Ernesto Bernardo, me llegó, me hiciste preguntarme igual sobre mis dos nombres...y no sé que soy mas, si giselle o yuriria, ni de qué tipos son cada uno...creo que tengo tarea...
un fuerte abrazo y muchas bendiciones ernesto¡¡¡