Pensando en "la gente que he conocido acá" (ya más abajo espero se entienda mejor la frase)
La Historia es injusta con la gente como tú y como yo… O al menos suele serlo. En su afán por los grandes relatos, la gente ordinaria se desdibuja y cuando mucho se convierte en parte del decorado. Y lo veo incluso en el Presente, en la construcción de la Historia de la que formamos parte como algún día nuestros antepasados fueron parte de la suya.
Leemos los grandes relatos de lo que nos rodea (en Pasado, Presente o Futuro) y se habla de países o pueblos como si se tratara de cosas monolíticas. Como si “los mexicanos” fuesen una masa amorfa pero con cualidades (en el sentido de atributos, sin carga moral por supuesto) uniformes; como si cada miembro de esa estructura fuese un átomo incapaz de distinguirse del otro. ¿Y quién construye ese relato? ¿Quién nos describe?
Y he dicho “los mexicanos” donde podría decir “los franceses”, “los españoles”, “los catalanes”, “los ricos”, “los pobres”, “los blancos”, “los negros”, “los hombres”, “las mujeres”… En fin, cualquier categoría de las que usamos para contarnos la Historia. O el Presente. Como si cualquier atributo fuese suficiente para integrarnos a un colectivo capaz de definirnos.
Lo escucho y lo leo en torno a debates sobre cualquier tema. Pero en los días recientes lo percibo con insistencia en el ambiente de México en la relación de cara a España. Y ellos (¿quiénes son “ellos”?) sin duda traen sus propios debates y conflictos no resueltos, por supuesto. Pero ahí está el palabrerío: que si no hemos superado nuestro trauma de la colonia, que si están reconquistando el país, que si ya van por nuestros energéticos, que si ya van por la presidencia; que si son xenófobos, que si hay que abrirles, que si hay que cerrarles… Lo que me inquieta es que se hable de “los x” o “los y”. Son expresiones, yo lo sé; pero no por ello son poca cosa.
Al menos por un rato intento quitarme las categorías monolíticas de la cabeza. No sé cómo diablos “seamos” o “son”. Puedo hablar de la gente particular, con su carga cultural e histórica si se quiere, pero con su individualidad por encima de todo. Y me gustaría que así lo hiciéramos con más frecuencia todos.
Por mi parte, gracias a que he tenido la oportunidad de encontrarme con gente que, quizá sin planteárselo siquiera, no está navegando todo el tiempo con etiquetas, puedo decir que a más de cuatro meses de estar en esta ciudad, y a pesar de los inevitables ataques de nostalgia, la gente que he conocido acá, en clases o fuera de ellas, con mayor o menor profundidad, toda esa gente me ha hecho sentir en casa.
Lo más paradójico es que, cuando en el encuentro con el otro, ambos nos desprendemos de nuestras identidades colectivas, terminamos reconociéndonos tan iguales, como para formar un auténtico colectivo universal. ¿Será que si se trata de atributos “positivos” o “humanizadores”, hablar de ese o de cualquier otro colectivo no es tan disparatado? ¿Ya estoy alucinando?
Apunte (Mea Culpa). Creo que mi divagación requiere matices... Pero al final esto es un blog, no un tratado filosófico. Sirva al menos todo lo dicho, como siempre, al menos de pretexto.
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