Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

sábado, 19 de enero de 2008

Sinfonía de los Temperamentos

Música. Bálsamo para el alma. Tan diversa como la humanidad misma. Y en medio de toda ella, un día descubrimos sonidos que se nos vuelven inseparables. No importa si nuestro oído ha sido educado o no para recibirla. Ciertos sonidos se ajustan a ciertos oídos como si hubiesen existido juntos siempre. Pero como no era así, el primer encuentro, sin importar que tan tardío se dé, resulta imborrable.

Y más cuando el cruce de caminos va acompañado de imágenes como las que ilustraron la experiencia de esta noche en el Palau. Un apasionado Pablo González -un asturiano nacido el mismo año que yo- de esos que dirigen con todo el cuerpo, con toda el alma. No soy musicólogo, así que no puedo sino hablar desde lo que la piel me dice.

Primero vino la Obertura-Fantasía "Romeo y Julieta" de Tchaikovsky, que constituye siempre un deleite no sólo por la obra en sí misma, sino por una imagen que tengo anclada a sus notas: los Pérez-Castro caminando por el Centro Cultural Nezahualcóyotl de CU, al salir de un concierto de la Ofunam.

Vino después, del mismo compositor, el Primer Concierto para Piano. Dicen los que saben -y sobre todo los que gustan de los datos curiosos- que se trata de uno de los "inicios de concierto" más conocidos. Que todos lo han escuchado aunque no todos sepan de qué obra se trata. No lo sé. Pero me encanta. Fue la segunda vez que lo escuchaba en la sala del Palau, esta vez con un joven serbio (n. 1982) al piano que enamoró a la audiencia desde el primer compás.

Intermedio.

Y para coronar la noche, una obra que me era perfectamente desconocida y que constituyó uno de esos encuentros a los que me referí líneas arriba. La Segunda Sinfonía del danés Nielsen, conocida como Sinfonía de los Cuatro Temperamentos.

Quisiera describir mi experiencia, pero, por más que lo intento compruebo que es imposible. Baste pues decir tres cosas.

La primera: los "temperamentos" de Nielsen fueron mi descubrimiento personal y se integraron a mi espíritu como una de esas piezas sueltas que uno buscaba sin saberlo.

Segunda: la entrega de ese contemporáneo mío, González, me intrigó. ¿Quién es ese individuo capaz de transmitir tanta pasión en cada movimiento? Descubrí no mucho, pero sí una nota aquí, una nota allá, otra más acullá.

Tercero: salí renovado; gracias Piotr, Carl y Pablo.

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