Y no niego que las señales que recibimos son suficientemente contundentes como para estremecer a cualquiera. Sin embargo, también parece claro que por motivos igual de desconocidos, somos capaces de sobreponernos y, más aún, de construir. Basta que se nos dé la gana.
Por eso, hoy que leía la columna de Germán Dehesa en Reforma, sentí una empatía absoluta con sus palabras.
A reserva de que puedas consultar el texto completo en su fuente original, comparto aquí el fragmento que a mi juicio resulta más poderoso.
Pronto cumpliré 64 años de vivir y de ser feliz en México. Mi país me ha dado muchísimo y su gente suele reunir ternura, imaginación, reciedumbre y fuerza. Ningún buen mexicano (y somos millones) se va a quedar con los brazos cruzados mirando el supuesto incendio. Basta con que aprendamos a organizarnos y a comunicarnos entre nosotros, para que la patria, como el árbol de la esperanza, se mantenga firme.
La falacia de los agoreros de enero es pretender hacernos creer que todo nos va a ocurrir de golpe. Nunca ha sido así y con garbo o con lo que se pueda, le hemos hecho faena al toro que la imprevisión, o la falta de justicia, o la pura fatalidad nos ha ido soltando. 2008 es un buen año para hacer varias faenas valientes y fuertes; nomás vayan soltando a los toros de uno en uno, no sean desgraciados.
Es cosa sabida que anunciar desgracias terribles es entre nosotros deporte nacional. Con una a la que le atinemos adquirimos enorme prestigio entre nuestros allegados que comienzan a mirarnos como si fuéramos videntes tenochcas. En el fondo, es un juego bastante tonto. Mejor, mucho mejor nos estaría trabajar para empujar entre todos la piedra que mantiene cegado el curso de la justicia, los valores, el respeto, la honradez, el estudio y tantas otras carencias de nuestro país. Si conseguimos moverla un milímetro, eso será bueno y útil para México; será un modo de decirle a los buitres y a las hienas: ¡oigan, ya párenle!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario