Aviso Importante

A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!

lunes, 11 de febrero de 2008

Espejito, espejito... (II)

“The thing about a mirror is this: The one who stares into it is condemned to consider the world from her own perspective.”
Nextday, el octavo enano

“Looking glass, what do you see? … Do you see the corrupted herat of a sinner or the soul of a saint in the making?”
Lucrecia Borgia

(Mirror, Mirror. Gregory Maguire)

Puede creerse que volver a los clásicos y reinventarlos o jugar con ellos, es garantía de éxito. Y se estaría sin duda en un error. Muestras de ello en la literatura y el cine, abundan. Me da la impresión de que el éxito en semejante empresa sólo puede darse cuando hay tintes de genialidad y se arriesga lo suficiente como para ganarse el odio de unos y la alabanza de otros. Lo cierto es que los intentos de esta envergadura difícilmente pueden dejar a uno indiferente.

Después del abrumador e indiscutible éxito editorial de Wicked, Maguire ha seguido explotando la fórmula de recurrir a los cuentos infantiles consagrados y ofrecer un punto de vista distinto sobre narraciones que dominamos de arriba a abajo. En aquel primer intento, publicado inicialmente en 1995, la apuesta era contar al lector adulto El Mago de Oz, desde el particular punto de vista de la verde y malvada bruja del oeste. Ese propósito le obligaba a remontarse en el tiempo y construir un universo que hiciera posible esa nueva perspectiva. Y todo indica que lo logró con creces.

Vino luego la idea de acercarse a la Cenicienta (Confessions of an Ugly Stepsister, 1999). Y tras propiciar el cruce de Scrooge con Jack el Destripador (Lost, 2001), el escritor decidió contar su versión de Blancanieves (Mirror, Mirror, 2003). Pero aquí ya no hay perspectiva que domine. No se trata de decirnos ésta es la historia según los ojos de tal o cual. Aquí, la historia vuelve a nacer por completo y, aunque la mayor parte esté en boca de un narrador omnisciente, escuchamos las voces de César y Lucrecia Borgia, de Vicente de Nevada, de su hija Bianca y de los que eran uno más de siete hasta que uno les dejó.

Ignoro si la versión en castellano de Wicked esté teniendo suficiente éxito como para que la lógica comercial propicie la traducción de alguna de las novelas que le han sucedido. En cualquier caso, y pese a mi limitado dominio del inglés, disfruté enormemente de mi lectura. ¿Creo que lo he dejado claro, verdad? Correcto, mientras me preparo para ir tras las confesiones de la hermanastra, para mañana garantizo cambio de tema.

Aclaración. Ayer, cuando hablaba de los contrastes entre mis propios gustos, lo hacía pensando en la novela que leí antes de Mirror, Mirror. Me refiero a Canta la Hierba, de Doris Lessing, a quien me comprometo desde ya a dedicar una entrada pronto.

Olvido. En la entrada anterior no lo especifiqué: sigo sin conocer el final de Elphaba en Wicked. Ya en unos meses me cobraré ese pendiente.

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