El premio que le otorgan recibe el poderosísimo nombre de “Don Quijote”, y está destinado a reconocer el trabajo periodístico “mejor escrito en lengua española”. Cierto que se le otorga tomando como pretexto un solo artículo (publicado en su columna el 22 de junio del año pasado). Y cierto, como dicen algunos, que ese artículo no es quizá lo más significativo de Don Germán, pero, ¿sería posible que un texto mostrara lo que su pluma representa para la crónica del México de todos los días?
El jurado decidió premiar a Germán por su “brillante” forma de sintetizar el español de la Academia con el habla de nuestra gente, revitalizando nuestra lengua y cautivando con su sentido del humor a quienes le leemos.
Un botón. Unos días antes de que se anunciara este reconocimiento, Germán describía su reacción ante los súbitos ataques de catastrofismo que suelen aquejarnos:
"[…] aplico los frenos de emergencia, veo hacia arriba, veo hacia abajo y me atravieso a la banqueta soleada. Esto lo hago porque mi temperamento propende a la chacota, porque soy veracruzano, porque México a veces me duele, pero la mayoría del tiempo, me exalta, me divierte y me emociona."
De Germán y este premio, escribe ayer Sergio Aguayo en su columna: “Se lo merece por la calidad de su pluma y la calidez de su alma”.
No conozco personalmente a Germán (lo conozco en “segundo grado”, pues fue profesor de papá en la preparatoria, cuando ambos eran un poco más jóvenes). Pero con lo que le conozco a través de sus letras me basta para decir que a todo lo dicho sobre su trabajo, me sumo.
Y me emociono.
Pendientes. Un mes sin Carmen al aire en la W. El debate generado a partir de y en torno a este hecho, no es poca cosa. Sobre la mesa –una mesa que históricamente se ha centrado en los derechos de los comunicadores y que en fechas recientes ha privilegiado en particular los de las grandes empresas de comunicación– empieza a emerger la idea de los derechos de las audiencias. Me parece que merece la pena plantearse el tema.
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