Estaba en segundo de secundaria. Y debo reconocer que, no sé si por mi ingenuidad o por el poco espíritu reflexivo de mis maestros (o quizá por ambas cosas), la noticia para mí no pasaba de una anécdota. Fue el paso de los días, los meses y los años lo que le fue dando significado. Lo cierto es que si bien en sentido estricto un día no cambia del todo las cosas, en la historia están esas fechas que simbolizan los antes y los después. Y así, la caída del muro de Berlín marca sin duda un punto de inflexión en la gráfica de nuestra historia compartida. Y la tentación de juzgar el antes y el después en términos de Bien/Mal, de Mejor/Peor, parece lo cotidiano.
Por eso, desde la soberbia del después, una mirada al antes resulta provocadora. Si uno se lo permite, desencadena reflexiones, inquieta, ilumina, confronta. Quisiera evitar plantearme las cosas en pares. Este/Oeste, Norte/Sur, Blanco/Negro, Luz/Oscuridad, Izquierdas/Derechas, Liberales/Conservadores, Buenos/Malos. En todo caso, acepto el juego de los polos con tal de usarles sólo como referencia para saborear el gris, ése que se mueve de un lado a otro y no se deja atrapar por definiciones cerradas.
Esta tarde fuimos al cine y echamos una de esas miradas. La ventana se llamó 4 meses, 3 semanas y 2 días, y la abrió el cineasta rumano Cristian Mungiu (Palma de Oro, Mejor Película en el Festival de Cannes 2007). Como reflexión: provocadora, inquietante. Como obra cinematográfica: precisa, humana. Desde el arranque uno se siente obligado a acompañar a Otilia.
No se trata de juzgar, ni a los personajes ni a su contexto. Al menos de entrada, se trata de acercarse, nada más.
Aviso Importante
A partir de mi regreso a México, el 24 de noviembre de 2008, decidí dejar de publicar en este espacio, con la intención de respetar el cierre de un ciclo. Desde el mismo día, puedes visitar mis ocurrencias en Ernesto-BCN. ¡Gracias por tu visita!
sábado, 16 de febrero de 2008
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